Opinión

En blanco y negro

La última edición de los premios Ourensanía ha reconocido la labor del mundialmente aclamado fotógrafo de A Merca Manuel Outumuro, de quien tal vez la mayoría recuerde su exposición en Ourense, que tuvo lugar en 2009, en el hoy clausurado Museo Municipal, bajo el nombre de “Tempo Atopado”, mostrando una selección de fotografías extraídas de su libro “Test”, homenaje, entre otros, a la cámara Polaroid.

Revisando esta obra, llama la atención que un gran especialista en retratar el mundo de la moda -cuya plasmación suele requerir per se de profuso empleo del color- recurra con frecuencia y amplio dominio técnico al blanco y negro; que, como es sabido, antes que por el uso del cromatismo, se caracteriza por el juego de las sombras, lo que contribuye a que esas imágenes tan magnéticamente poderosas nos retrotraigan a otra época.

En aquellos tiempos, quizás no tan lejanos, congelados en blanco y negro, las madrugadas pobladas de serenos permitían a La Región llegar hasta el propio felpudo de los hogares ourensanos, con su olor a tinta todavía tan fresca que manchaba las manos del primero en recoger el periódico, ávido de enterarse cuanto antes de los últimos sucesos acaecidos en la ciudad, sin eco en la única cadena de televisión disponible.

La panorámica de grises que recogieron las cámaras y noticiarios de entonces incluía decenas de establecimientos tradicionales, representativos del floreciente y vibrante comercio local, afamado en toda Galicia y foco de atención para los visitantes foráneos que, poco a poco, más o menos silenciosamente, han ido desapareciendo de nuestras vidas, ante la falta bien de relevo generacional, bien de apoyo que garanticen su continuidad.

La conservación y dinamización del comercio tradicional marca una diferencia respecto de otros lugares, aumenta nuestro valor patrimonial y redunda en la sostenibilidad del territorio. Frente a la estandarización actual -por no decir banalización- en el paisaje del centro urbano, con la pérdida irreparable de identidad ciudadana que ello provoca, cabe diseñar una estrategia de apoyo a la continuidad de negocios ourensanos emblemáticos.

La proliferación de destinos turísticos, al amparo de la globalización, provoca la necesidad de diferenciarse y de destacar -ante el peligro de desaparecer del mapa enterrados bajo la descomunal oferta existente- mediante apuestas que antepongan la autenticidad y la propia idiosincrasia ciudadana, en cuyo contexto, un comercio tradicional revitalizado es un recurso más del patrimonio cultural que puede jugar un papel decisivo a tal efecto.

Llegada la semana del llamado “Black Friday”, popularizado desde Estados Unidos hacia el resto del mundo, convendría entonces que, en vez de aumentar todavía más los ya abultados réditos del señor Bezos, dirigiésemos la mirada hacia el ensombrecido comercio autóctono; pues es tarea de toda la ciudadanía reivindicar la singularidad que adorna la experiencia física de salir de compras por Ourense, como parte de nuestro estilo de vida cotidiano.

El secreto de la fotografía en blanco y negro radica en alcanzar el balance perfecto entre uno y otro, según reflejaba Outomuro en su tiempo encontrado. Igual que, en el suyo, Proust -de cuya muerte se acaba de cumplir el centenario- nos guiaba hacia Swann por la senda de la memoria involuntaria mientras comía una magdalena. Como el olor a tinta de este periódico nos devuelve a esa época en que el comercio de esta ciudad la teñía de color.

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