Opinión

Carta abierta a Irene Montero

Señora ministra, resulta patético verla a usted lloriqueando por todas las esquinas del Reino, a quien la quiera escuchar, denunciando su condición de víctima de violencia política, cuando en realidad no es más que objeto de crítica, absolutamente merecida, por su aberrante gestión al frente de su cartera. Violencia política es lo que sufrieron aquellos representantes públicos a los que en la calle usted y sus correligionarios perseguían, hostigaban, ofendían de palabra, y en ocasiones incluso arrojaban objetos.

Pero para entendernos, centrémonos en lo esencial. Aunque desde su neomarxismo viva convencida de que usted y su corte celestial acaban de inventar el feminismo, sepa que si ha llegado a cursar la carrera de Psicología y un máster, es por dos motivos obvios: el primero, que fueron las generaciones de su abuela y su madre las que se partieron el pecho y el alma -con el apoyo de sus compañeros “patriarcales”-, los agentes facilitadores para la plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres en España; el segundo, que su licenciatura es la prueba palmaria de que en el país rige la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Lo de ser ministra puede que ya no tenga tanto que ver con esto, considerando ese explícito vídeo en el que todos pudimos apreciar su diáfana explicación acerca de la mejor manera de realizar una felación.

Dicho esto, cabe entender que el problema de la igualdad plena de hombres y mujeres está condicionada por la conciliación familiar, algo que usted hubiera sabido si, en lugar de malgastar los recursos de todos los ciudadanos en enfrentarlos y mantener contenta y engrasada a su horda de palmeras, hubiera empleado los dineros del Ministerio de Igualdad en contratar a antropólogos y sociólogos que le habrían ofrecido un análisis y la solución a ese problema, aunque claro, tendría que haber invertido el presupuesto en lograr una sociedad plenamente igualitaria, posibilitando ayuda psicológica a su tropa de androfóbicas enfermas de misandria.

Por otro lado no deja de ser preocupante que desde su Ministerio se haya esforzado en poner el mundo al revés, porque donde lo normal es legislar para el interés de la mayoría, protegiendo a las minorías, se ha lucido usted legislando para una minoría, dejando a la mayoría con los pantalones bajados. Porque más allá de su cagada al reducir la condena y excarcelar a delincuentes sexuales, su insidiosa ley del sí es sí, ha causado un daño en el que pocos han reparado, que es pasarse por el arco del triunfo derechos esenciales de nuestro ordenamiento jurídico como el de presunción de inocencia y el de igualdad ante la ley sin que pueda vulnerarse por motivos de sexo. Lo explicaré de un modo comprensible: una adolescente de 14 años se encapricha platónicamente de un muchacho de 16, al que no le interesa y la rechaza. En represalia por el desaire, la joven denuncia que le ha tocado un seno y, de la noche a la mañana, el chaval está ingresado en un centro de menores a la espera de un juicio, y lo que es más grave, esto no es una simple fabulación o parábola para explicarlo, de hecho ya ha sucedido.

Sólo hay una cosa en la que estoy dispuesto a darle la razón, en que la responsabilidad de su desaguisado debería ser compartida. Porque nada podría haber hecho usted sin la connivencia del narcisista Pedro Sánchez, más preocupado en su silla que en el bienestar general. La ayuda de un Rufián que debería saber que el estribillo de que “el dolor de los dolores, el dolor más inhumano es pillarse los cojones con la tapa de un piano”, es falaz: duele más la cuarta parte del cataplín de un hijo que el paquete entero propio -ya lo entenderá el día que le toque-; pero también el apoyo de Yolanda Díaz, Otegi, Baldoví, y otros por el estilo, a lo que habría que sumar la omisión de Feijóo y Abascal por no llevar la manida Ley al Tribual Constitucional, en sus puntos exactos.

Todo esto debería haberla llevado a dimitir ya hace tiempo, exigencia que mantenían contra el Gobierno cuando estaban en la oposición pero que se apuraron en renegar, igual que de los escarches, en cuanto ocuparon la bancada azul, argumentando que los errores en política se solucionan pidiendo disculpas, pese a que ni la primera haya salido de sus labios, sin que haya modo de despegarla del escaño ni con agua hirviendo, resistiendo para pagar la hipoteca de Galapagar a costa del bolsillo de todos los españoles. Me alegro por el bien de todos que la hayan apartado de la lista hasta los suyos para las próximas elecciones. Por mi parte no le deseo ningún mal, pero ojalá le pique el culo cuando se esté pintando las uñas.

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