Opinión

Dale gas

Quién no se ha encontrado en su infancia con un taco de cromos repetidos, declinando en todo lugar posible el “sipi, nopi”, con el álbum completo menos un cromo del todo imposible de conseguir? Lo del cromo exclusivo debía venir a cuenta de que, después de haber fundido la paga semanal en la puñetera colección, quien lograba colmar el cuadernillo sin dejarse ni un sólo espacio en blanco, cuenta la leyenda que se lo cambiaba por un balón de fútbol de reglamento o cualquier otro premio similar. Todo un misterio sin resolver porque, haciendo un repaso exhaustivo por la memoria, nadie es consciente de conocer al afortunado que la completara, motivo sobrado para fardar aún hoy.

Lo del patio daba mucho de sí: levantaba pasiones, ampollas, frustraciones, anhelos, y más de una buena oblea que alguno se llevó por marrullero y empecinado. Algo así como el caso de Perico Sánchez, que se volvió a casa con las orejas tan calientes como si le hubieran dado un pelotazo en ellas con el manido balón de reglamento, después de haberla liado con Abdelmadjid Tebboune, a la sazón el argelino presi del club norteafricano de productores de gas.

Pero rebobinemos. Enero de 2022: la bombona de gas se comercializa a 17,50 euros. 24 de febrero de 2022: invasión rusa de Ucrania, lo que al parecer explica el incremento hasta los 18,63 euros de marzo, y los 19,55 euros a partir del 17 de mayo.

En mitad de esta escalada, justificada al parecer por las maniobras de defensa de Rusia -llámesele recular o simple pateleta-, los españoles aún no habían caído en la cuenta de que Moscú seguía descargando gas en los puertos patrios, pese a las sanciones, gracias a una considerable flota de buques mercantes bajo bandera de otros países. Eso sin contar el chiringuito de hidrocarburos del Mar del Norte, y la sucursal del quiosco de gas abierta en Europa por Estados Unidos.

La única nota discordante procedía de Argel, que invocó la deriva a un gasoducto que comunica con España a través de Almería, eludiendo así el que transita por Marruecos. Una tubería que lleva décadas en funcionamiento merced al acuerdo de abastecimiento firmado entre el gobierno argelino y el del Caudillo, en las condiciones más ventajosas para España, aunque por desgracia prescrito tras 50 años de alegrías y renegociado con estipulaciones más gravosas.

Y aquí empieza la madre de todos los follones, cuando en el patio del cole, Perico decidió meterle mano a la bolsa del bocata del recreo y darle el mejor bocado a Mohamed VI para ver si, entrándole al trapo, le agasajaba con las migajas del bocadillo que acaba de hurtarle. Porque la política exterior alauí es un todo: Ceuta, Melilla, Canarias, las Chafarinas, el Peñón de Vélez de la Gomera, Perejil, las Alhucemas, el Sahara, Andalucía y, a poco que lo dejen, de Valencia hasta la francesa ciudad de Poitiers. El cielo y las estrellas al parecer también le pertenecen, dicen...

He ahí la trifulca con Argelia, que no queriendo a los marroquíes por vecinos, exigie el pleno cumplimiento de los acuerdos de la ONU que, además de considerar al Sahara como administrativamente supeditado a España, le encomendó un referéndum de autodeterminación, plebiscito muy alejado de unas simples elecciones autonómicas que a lo tonto atribuyen la posesión del Sahara a Marruecos, algo absolutamente enfrentado de los postulados de Naciones Unidas, pero que al parecer llena a Perico de orgullo y satisfacción en la partida de canicas del patio.

Desde que el Ejecutivo argelino ya no quiere ser amigo y ha amenazado con no darle a Perico ni chispa de gas si fornica con Mohamed, ahora se plantea el punto de inflexión donde surge el malestar y la pregunta del millón. ¿Si el Gobierno de España le estaba comprando el gas a Argel, a santo de qué venía subir el precio argumentando el conflicto ucraniano? A Perico le han vuelto a calentar la cara con el balón, haciendo cuentas de cuán doblada se la va a a meter Rabat a España. Gracias, Perico, por tanto. ¡Menudo jardín en el que nos has metido!

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