Opinión

A parir sea dicho

Pongámonos a parir, y pronto, porque la cosa está por los suelos. No hablo de descalificaciones políticas, que también andan por barrios bajeros o barriobajeros, sino de parir, de traer hijos al mundo, de demografía. Andar por los suelos es un decir de que no vienen al mundo, o mejor dicho al país gallego, suficientes personitas que hagan el relevo generacional pertinente. Así, ni todas las gaviotas parisinas en futuro peregrinaje a Galicia por año santo resolverían nuestro problema de tan escaso índice de natalidad que hemos creado y, también es verdad, porque habría que esperar nuevo período de ciclo económico vacuno hasta el 2021 a que vuelva el chollo económico religioso o apostolado de Santiago. La cosa pinta mal, o no pinta, porque no llegan suficientes niños a nuestro mundo, tal como informa la estadística, para el necesario reemplazo poblacional que se sitúa en una tasa del 2,1 cuando nuestra realidad no supera casi la mitad justa.

Ante el grave problema de falta de relevo generacional una responsable política del ‘Benestar’ ha propuesto un Pacto de Estado. No está mal como título de resolución del problema. Un Pacto siempre suena bien, suena a virtud o valor. Sí, muy bien, pero desde luego habrá de ser ‘Pacto’ mucho mejor amante del ‘Estado’ que el que ha sido hasta ahora, si es que en realidad tal Pacto como forma de solventar cualquier crisis existe, habida cuenta que no se encuentra su latido (por mucho que lo auscultemos) desde tiempos en que no teníamos el problema, y ya llovió, o allá por Pactos de Moncloa y sus alrededores. Digo del Pacto amante y bien pudiera decir lo mismo de amante Estado, que anda tan perdido con su crisis de identidad que además de haber perdido su norte parece haber perdido también su libido como para amar auténticamente ningún Pacto por muy esbelto y necesario que se ofrezca a quien quiera mirar. Aquí, en este planteamiento, como en cualquier otra pareja amante, hace falta que sean los dos los que amen al otro; y aunque no lleguen a extremos de Romeo y Julieta tampoco sean fieles Montescos y Copuletos.

Indudablemente no solo los factores económicos tienen que ver con la floja tasa de reemplazo que tratamos pues resulta obvia la implantada cultura del bienestar asociada a la comodidad, en la que un hijo por muy maravilloso que sea siempre exige cierto sacrificio personal que muchos no están dispuestos a experimentar ‘a priori’ en tiempos de mucha marcha p’al cuerpo; otra cosa ya es si conocemos su rostro, porque donde hay un bebé que se quite lo demás, y lo digo con sobrada experiencia. También un cambio de posición de la mujer en el entorno social por una progresiva incorporación al campo laboral trajo consigo la relativa, natural y lógica consecuencia; al igual que las relaciones distintas entre los jóvenes o el retraso en la edad maternal y también en la edad de incorporación al trabajo.

Es verdad, pues, que factores culturales y sociales influyen en el índice de nacimientos por debajo de la media, y sobre todo de lo necesario, para un eficaz relevo poblacional que no sea vía inmigrante, pero que tampoco se le escape al político responsable el factor económico, y no nos referimos a las interesantes ayudas fiscales ni a cheques panes bebés u otras medidas similares, sino a la posibilidad primera de tener trabajo. Y aquí el único Pacto viagra posible para fecundar es administrar mejor los recursos que tenemos para que lleguen al alcance también de los que se han marchado y de los que están pensando hacerlo. No hay milagros, por lo que el Pacto con la Comunidad ciudadana pasa por hacer desaparecer tanto inepto paniaguado y costosas formas del Estado como, y solo a título de ejemplo, el Senado. Amén.

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