Opinión

Percepciones

Felicidades a los Salesianos


Porque estuvieron de fiestas con motivo de la celebración del día de su fundador, San Juan Bosco, día 31 de enero. Felicidades por ello. Con la convicción de formar un grupo humano vocacional para trabajar con los jóvenes, con el sentimiento de gratitud por poder hacer aquello para lo que se sienten llamados, vocacionados, y con el sueño de seguir creyendo en lo que hacen, Ángel Fernández Artime, su director, convocaba a la familia salesiana a pasar la pasada semana festiva que se culminó con cena de confraternidad en el restaurante Cabú parar todos los trabajadores y colaboradores del Colegio.


La coincidencia de un reportaje en una revista nacional sobre este espíritu salesiano es lo que me impulsa a felicitarlos, doblemente. Porque en un momento donde el ateísmo saca pecho y hace proselitismo, para, así, pasarlo mejor, esta obra salesiana no para de extenderse por todo el mundo. Incluido el tercero, donde está un país llamado Congo en el que se ha producido la mayor mortandad del mundo entero en últimos tiempos por culpa de dos cruentas guerras. Pues ahí está el Padre Mario Pérez Duque al frente de su congregación salesiana atendiendo a 500 niños que pernotan en su centro y 3.000 más que acuden a diario a su escuela y a comer; niños que cambiaron las empuñaduras de armas por otras más finas y delgadas como son las de lápices. Menos mal que Él existe para alguna gente como ésta, tan implicada en pasarlo bien de otra manera muy distinta a la que insinúan estos progres del hedonismo barato y publicitado por Bus (como suena); manera que conlleva jugarse el bigote que la civilización moderna se lo afeita para arriba; gracias al Dios en el que creen estos salesianos, estos niños en concreto albergan alguna esperanza para sus vidas. Solo por eso, gracias por su obra, D. Bosco.


Reinventando la plaza


Pues parece que no basta con la satisfacción de cumplir con la misión pública asignada en la reforma urbana necesaria, sino que hay que rentabilizarla en favor propio del que la inaugura, inaugurándola cual si fuera nuevo pantano de actual época; y eso que es reforma que no creación. En el fondo, esta acción que es consecuencia de una norma tomada por toda la clase política, de vender el papel de servicio público con un protagonismo propio de peculio que saliera de sus bolsillos privados, no deja de ser una historia que -por repetida- ya aburre a la gente. Por ello, su poder de convocatoria se limita a reunir sólo a la militancia -con posición- del que inaugura, amén de algún otro curioso como el menda, y a los medios de comunicación, por obligación de su función.


Desde la cresta de la ola, no de agua sino artificial de cemento, que es trasera de un gran banco de madera y de diseño ¿7000?, escuché el ácido comentario del cirujano Roberto Vila que no daba crédito al coste de la obra por pensar en tantos ciudadanos que actualmente surfean por el umbral de la pobreza; al jurista José Antonio apuntillar si no hay material noble en Galicia para utilizar, y a Guerra inclinarse más hacia el silbido (que no le salía), que al batir de palmas, ejercicio que se propaga en grupo, a veces, como contagioso virus. No escuché bien al último orador Alexandre Sánchez Vidal, pero me pareció oírle hablar de democracia, cual si la plaza fuera argumento político-filosófico para ser liberado por algún héroe. Y es que algunos se apropian de los conceptos cual si fueran propios inventos, o antiguos griegos, igual que se apropian con obra urbanística de los personajes. Es el caso de Paz Nóvoa, cuyo nombre han tomado para la plaza hace muchos años, mucho más tiempo transcurrido que el que lleva la placa colocada, donde, al parecer, el haber sido republicano es condición de mérito para grabar con cincel. Por cierto, y esto sí que es preocupante por el nivel delincuente, placa ya robada.


Los que estaban felices eran Castor, presidente de la Asociación de la plaza, y Nino, por la rampa de acceso desde el Paseo. Lógico. En un mundo de ‘Hays’, donde ‘hay’ que tener parking que llegue a las misma pozas del balneario de Outariz, donde ‘hay’ que tener autobuses metropolitanos circulando por la ciudad para que se paren delante de mi comercio, donde el ‘hay de la comodidad’ sobrevuela el ombligo particular por encima de la administración de los recursos públicos, el ‘hay’ una rampa de acceso es para congratularse (aun cuando nadie haya aclarado todavía el grado de inclinación de su pendiente). Pero, curiosamente, se valora aún más la rampa para las mamás con carritos de niños pequeños que para sillas de ruedas de minusválidos (y mira que mi mujer pasó la infancia de nuestros tres hijos en la misma plaza con sus anteriores escaleras, y no le pasó nada). También, para los demagogos defensores de ese acceso peligroso para los minusválidos, ¿por qué no exigen rampas de acceso, por ejemplo, al Parque de San Lázaro desde todos sus frentes? Demasiados ‘hays’ para un solo ¡ay!, de calamidad.


Y otro día hablaremos de las terrazas y su disposición en la plaza, cuestión que discutí con ‘Pepe Baden’ por su ordenamiento, y que habrá que analizar juntamente con las del Centro Comercial, que han decorado con antiestéticas Jaimas de plástico gran parte de la pública terraza.



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