Antonio Casado
Cumbre de la desunión europea
HISTORIAS INCREÍBLES
Me pegunto, siempre en diciembre, qué nos fascina de este tiempo. Al fin he llegado a pensar, que este momento es propicio para descubrirlo de nuevo. Aunque le neguemos a diario o sólo lo aceptemos como un ser novelesco, ahora se nos permite, oír, verlo y palparlo con los dedos (1Jn).
Están cayendo copos de nieve, livianos, frágiles, blancos, etéreos…
Porque tú ¿de dónde vienes?, -indagamos- de qué país, dinos cuáles son tus credenciales. No, no digas nada, que ya las vemos: pura pobreza y hermano de los pájaros que pueblan el cielo, de los mamíferos, de los insectos, de las nubes desgarradas por el viento, hermano de las plantas que beben agua en cualquier arroyo que se estira plateado y haciendo en las vaguadas recovecos.
Eres un indocumentado, un extraño, un hijo de carpintero y te acuestas en esa cuna que José te ha preparado con cariño, unas tablas y tantos miedos. Eres hijo de aquella virgen niña que se creyó todo, sin preguntar por qué aquella mañana un ángel llamó a su puerta y le entregó dulcemente un mensaje del cielo.
Aquella mujer tan joven te llevó en su seno y cuchicheaban las vecinas, esto y aquello, mientras te llevaba, esperanzada… en su corazón y su cuerpo. Pura luz, Dios creciéndole dentro.
Hermano eres de las niñas y niños que felices vuelan las cometas en el firmamento. Hermano también de los niños y niñas que no nacieron y de los que vienen necesitados de afecto, de los hijos de las guerras y las hambrunas del mundo, de los despreciados y los huérfanos.
Eres un indocumentado, un extraño, un hijo de carpintero y te acuestas en esa cuna que José te ha preparado con cariño, unas tablas y tantos miedos.
Hermano de los inocentes, de las personas que precisan reconocimiento por ser diferentes, todos lo somos. Porque, quienes tienen ese don escuchan tu tierna voz como una melodía que procede de la bóveda del cosmos.
Hermano de los invidentes que esperan tu palabra para que les vuelva la luz, que eres tú mismo. Hermano de los enfermos, de quienes esperan con confianza a que pases a su lado y les digas: “levántate y caminemos”.
Hermano eres de quienes te buscan, débiles y frágiles, entre heroínas, plásticos, un banjo y un saxo nuevo, entre jeringuillas, whisky, anfetaminas y se tatúan tu nombre en los bazos o en el pecho.
Hermano eres de esos ángeles con alas de cartón que se suicidan en su balcón, creyendo a pies juntillas que van hacia el infinito, y que habrás de recogerlos en brazos en el fondo de su callejón.
Compañero de todas las viejas y los viejos que ya no pintan nada en este mundo nuestro. Deportados, migrantes, solos, deprimidos y presos…
La caída leve del invierno puede hacernos creer que Dios vendrá lánguido, pero no… cuando un tranquilo silencio ocupe todas las cosas y cuando se halle la noche en la mitad de su camino… entonces su omnipotente Palabra saltará, de repente, en medio de esta tierra condenada (Sabiduría v.14 y 15). Ese indefenso niño cumplirá lo que juró a los Patriarcas y detendrá su cólera.
Están cayendo copos de nieve, livianos, frágiles, etéreos, blancos… y sólo será Navidad si te dejas embelesar por la fragilidad de Dios y, sin olvidarte de nadie, repartes todos, pero todos tus besos.
Feliz Navidad y Año nuevo.
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