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Eran armatostes. Pero, entraban en funcionamiento para quedarse. Con dificultades, sí; no obstante, en 1900 ya transitaban por Galicia destinados al servicio público y también, por Ourense. En ese año, el periódico El Regional informaba de que, en Lyon, se habían verificado las pruebas de los vehículos, destinados al servicio de conducción de viajeros entre la capital y la villa de Verín. Y, al tiempo que comenzó el tránsito de personas en ellos, la compañía que explotaba el trayecto, le exigió daños y perjuicios a la casa constructora por no entregarlos en el plazo que se había establecido en el contrato. Pese a todo, aquellos automóviles a vapor de pasajeros recorrían la línea, en la provincia, casi al mismo tiempo, que lo hacían otros en el trayecto Coruña-Santiago. Constituían, sin duda, un hito en el progreso de la locomoción. E, incluso Lugo se quejaba de la postergación a la que estaba sometida. No entendía cómo teniendo razonables carreteras y un buen número de viajeros, sin embargo, iba con 40 años de retraso con relación a la propia ciudad de las Burgas.
En realidad, entre las postrimerías del XIX y principios del XX, invertir en este tipo de empresas era arriesgado y, a la vez, peligroso. El sector industrial automotriz, no se empantanaba. La idea del automovilismo al viaje colectivo era una necesidad, sí; pero el problema radicaba en que al vehículo de pasajeros le perjudicaba sus propios vertiginosos perfeccionamientos. Hasta 1903, en EEUU los movidos por vapor eran los más vendidos, al igual que en Inglaterra. En concreto, en este país, en el servicio regular, todavía se innovaba en el ómnibus de vapor. Causó furor, el que hacía el trayecto Hammersmith, Broadway y Oxford construido la Sociedad London Road Car Cª. El hándicap estaba en que, en los albores de la era automotriz, se invertía en un automóvil de pasajeros hoy, y ayer ya se estaba avanzando en otro sistema nuevo, movido por bencina o electricidad. El escenario coyuntural, unido al mal estado de las carreteras, a las duras cuestas y a la incomodidad de un vehículo que cada poco había que reparar, hizo que algunas empresas que habían apostado por el vapor, irremediablemente, sucumbiesen; como le pasó a la compañía que explotaba la línea Ourense-Verín.
Lo que estaba claro era que ya no se volvería, salvo excepciones, al estado primitivo de la locomoción. Otros tomaban las riendas. Antonio Sanjurjo Badía, mismo -un empresario que había levantado una fundición en Vigo-, aprovechaba la caída de aquella empresa para, en el local de Contribuciones, adquirir sus automóviles en una subasta. La Comisión liquidadora, decidió adjudicárselos a él por ser el mejor postor. Los adquiría por 6150 pts. -un chollo; hacía tres años habían costado en fábrica 30000-. Eso sí, luego, los llevó a los talleres de la fábrica “La Industriosa” y los mejoró. A cada uno de ellos le incorporó un reloj cuenta kilómetros, les ajustó los frenos hasta comprobar que el carruaje se detenía, instantáneamente, incluso en las mayores pendientes, y, además, formó al personal, tanto en mecánica como en el manejo de los automóviles.
Tres años más tarde los ponía en funcionamiento. Todos aquellos coches que habían funcionado en la línea Ourense-Verín o Ferrol-Betanzos, ahora, estaban destinados, en exclusiva, a la ruta Santiago-A Coruña. Así aseguraba la regularidad del servicio. Además, cuando el automovilismo con motor de bencina se consolidó, reforzó, la flota, con la adquisición de nuevos vehículos de este tipo para el servicio público. Tenían un coste mayor, pero, también, 50 caballos de fuerza y, una capacidad para 16 asientos más.
Entretanto, desde la desaparición de la línea Ourense-Verín, la prensa solo difundía deseos. Unos, decían que, Sanjurjo haría un esfuerzo por restablecerla; otros, que una Sociedad formada por autoridades entre las que se encontraba, el banquero Pedro Romero, estudiaba comprar automóviles, de pasajeros y carga, eléctricos o de bencina, con el consejo de ingenieros llegados de Nueva York y Cataluña -entre ellos, asesores de la compañía La Catalana-, para poner en funcionamiento aquella ruta… Pero, lo cierto fue que no se restableció el trayecto hasta 1905. Y todo gracias a que, un año antes, Ventura Salgado, Andrés Perille y Francisco Soto habían convocado a otros empresarios en el hotel “Las Dos Naciones”, con objeto de proponerles la compra de automóviles, que hiciesen el recorrido Ourense -Verín, en 80000 pts., distribuidas en acciones de 200.
La Sociedad se hizo realidad. El ómnibus salía, diariamente, a las seis de la mañana tanto en la ida como en la vuelta. La primera, permitía acceder a los balnearios de Verín y de Villaza; la segunda, llegar a la capital para coger el tren correo. Para hacer el viaje de prueba en un coche berlina y probar el recorrido Ourense-Verín-Chaves, la compañía invitó, al primer viaje, a autoridades y periodistas. A las diez de la mañana salía del garaje, en las inmediaciones del Posío. En apenas dos horas y media hacía su entrada en Allariz, tras subir a 12 km por hora la cuesta de Taboadela, en donde fue necesario hacer un alto para reponer el agua de la caldera. “Xa que non nos deron o ferrocarril -decían los alaricanos, antes de que se reanudase la excursión hacia Xinzo-, tempo era de que viñesen os automóviles”. Ya a las 19:00h, llegaba a Verín con 30 pasajeros. Eso sí; los caballos de vapor, que aún emocionaban, en cierto modo, ya eran una antigualla.
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