Opinión

Aquel discurso del 3 de octubre...

Cinco meses hará ahora de aquel discurso televisivo del rey y jefe del Estado, Felipe VI, el 3 de octubre último, dos días después del 1-O en Barcelona, la fecha quizá más grave, o entre las que más, en relación con la larga crisis relacionada con el independentismo catalán. El rey Felipe seguramente no recibió presiones del Gobierno, o no serían tan insoslayables, para comportarse como lo hizo, porque ni el Gobierno ni nadie podía obligarle a aparecer así ante los españoles. Yo no conseguía ver en aquel discurso al Felipe que conocía y no entendía bien cómo pudo mostrarse así ante los españoles, incluidos los catalanes, de todos los colores políticos.

Personalmente, recuerdo que lo recibí con disgusto e incluso con incredulidad, pues no terminaba de ver compatible aquello con la opinión y la imagen que yo me había forjado del joven monarca. Para mí eso supuso un buen disgusto y un motivo de larga reflexión durante todo el otoño y el invierno, sin tener que llegar a lo que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, dice ahora de que tal discurso se percibió como una falta de empatía bestial con los catalanes. No hay que llegar tan lejos para sentar que el monarca se equivocó el 3 de octubre y que corre el riesgo de seguirse equivocando. Como creo que lo hace con esa frase de ahora respondiendo a la alcaldesa: "Yo estoy para defender la Costitución y el Estatut".

Claro que está para eso, pero no solamente para eso. También lo está para sembrar cordialidad y cercanía entre todos los españoles de cualquier ideología o color político, o de cualquier posición en el terreno de las opciones en materia territorial. Cuando ahora el joven monarca avisa de la posibles huida de España del Mobile si no hay lealtad institucional, habría que responderle que puede ocurrir eso mismo si desde los supremos poderes no se dan pruebas suficientes de lealtad, o institucional, o simplemente política, respecto a los diversos grupos de pensamiento de los españoles.

Quiero decir, en todo caso, que en las circunstancias actuales y más ante todo lo sucedido ahora con motivo del Mobile World Congress, se ha desaprovechado una buena ocasión para dar marcha atrás en la crisis de relaciones en torno al tema de la territorialidad. La ocasión la han desaprovechado de nuevo todas las partes, absolutamente todas, y aquí de nuevo nadie ha sido capaz de dar un paso de verdad en el camino de la superación de tanto enfrentamiento, tanta incomprensión y tanta intolerancia.

A mí que nadie me venga con historietas y chascarrillos, porque no estoy para eso, sino para empujarlos a todos por el camino de la comprensión e incluso de la reconciliación, y no por el de la cabezonería y del alejamiento de la senda que marcan la racionalidad y el sentido de la historia.

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