Opinión

Demasiada vorágine

Llevamos demasiado tiempo ya sumergidos en la vorágine catalana del independentismo y de las sesiones de investidura de Quim Torra son la representación más plástica de esta historia sin fin. Yo empezaría por no dramatizar demasiado y por rogar encarecidamente a las partes que bajen el tono de sus diatribas y que se convenzan de que por el camino que siguen no se llega a ninguna parte. Tras las sesiones del Parlament yo me sentía un poco más tranquilizado tras escuchar a Miquel Iceta y Xavier Doménech. De todos los protagonistas del debate, estos dos me parecen los más sensatos y los mejor dotados de una inteligencia política tan necesaria en el trance que vivimos. Ambos militan en la izquierda moderada lejos de los postulados independentistas pero también de las posiciones ultraconservadoras y arrebatadoras de una Inés Arrimadas sobre la que nadie se explica ese liderazgo por la derecha que ha superado al PP en ese posicionamiento.

El investido president ha dado motivos para los juicios más contradictorios sobre su figura política y sobre su persona, tan pronto extrema como moderada, como jugando a la contradicción en su propia esencia. Pero no es ni mucho menos lo peor que se haya visto en el escenario de estos días. Hay indicios de que puede decantarse por el camino si no de la moderación, sí al menos por el de apertura al diálogo con las otras partes, empezando por el presidente Rajoy. Todo se ha mezclado también con diversos sondeos de opinión, especialmente el de El País, que sorprende un poco con la barrida de los partidos del viejo bipartidismo y el auge de las dos nuevas formaciones, Cs por la derecha y Podemos por la izquierda. Hay que dejar pasar algunos días para entrar en juicios definitivos sobre lo ocurrido en esta semana clave, que puede romper por cualquier salida, sin excluir las más inesperadas.

El intento de dibujar ahora mismo una salida real y tangible es un tanto quimérico, aunque es algo necesario, si no queremos sepultarnos en lo que justamente más obligados estamos a evitar. Lo que debe hacerse es una apertura general al diálogo y a la comunicación entre todos los sectores políticos que tenemos a la vista, como resultado provisional del estallido que acaba de producirse, tras meses y casi años de intentos varios por todos los aledaños del espectro.

Sería estúpido abrazarse a cualquiera de las ramas de este árbol político e ideológico que acaba de empezar a tomar forma. Lo primero sería un diálogo abierto, inteligente y generoso entre todas las manifestaciones. Por supuesto, rechazando posiciones como las exhibidas por Arrimadas en nombre de Ciudadanos o por el investido Quim Torra en nombre del independentismo. Rajoy tiene que entender que no debe repetir la fea historia del 155, lo mismo que Torra y los suyos deben entender que tienen que olvidarse de los viejos eslóganes que tantísimo han repetido estos días.

Generosidad, inteligencia, suavidad de pensamiento y apertura al pensamiento de los más adversarios. Si no es así, veremos un fracaso histórico y un hundimiento de cualquier esperanza de reconstitución del problema de Cataluña y de su necesario alineamiento en el resto de España.

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