Opinión

Jueces, café y poco más en la reunión de Sánchez y Feijóo

Cuando Urkullu escribió sobre una España “plurinacional” sabía que a los socialistas de Sánchez les atraería la idea

Feijóo fue con unos pactos de Estado en una legislatura de dos años, y Sánchez le respondió exigiendo fecha para la renovación del CGPJ; Feijóo le ofreció café pero Sánchez lo rechazó, se conformó con el vaso de agua que le habían puesto en la mesa. El encuentro en el Congreso no llegó a una hora. Y no fue menos porque Feijóo se quedó sentado mientras el presidente del Gobierno amagaba con levantarse y finalizar la reunión. Tenía prisa. Consecuencia, ni habrá renovación del CGP a corto plazo… ni seis pactos de Estado en una legislatura de dos años que concluiría con la convocatoria de elecciones de nuevas elecciones generales en cuanto concluya ese plazo. 

Se acerca el 27 de septiembre, fecha en la que Feijóo intentará ser investido presidente de Gobierno y no hay un solo indicio de que pueda lograrlo. El PNV, su posible tabla de salvación, se ha negado tajantemente a apoyar a quien es apoyado por Vox, con un talante y tono de voz de sus dirigentes muy similares al “no es no” de Pedro Sánchez hace unos años. Una posición de intransigencia que, no lo olvidemos, provocó que Sánchez fuera defenestrado por su propio partido, al que después regresó triunfante para recuperar su puesto de secretario general. Además, ganó las elecciones que le convirtieron en presidente.

Eso le permitió desmantelar el partido, inventar un nuevo PSOE con caras incondicionales y, de paso, promover y potenciar unas políticas que han transformado la sociedad española a su medida que, parafraseando a Alfonso Guerra, no la reconoce ya ni la madre que la parió. La mayoría de los pensionistas votan a Sánchez, y también mujeres que se definen como progresistas y han abrazado las causas impuestas por Irene Montero e Ione Belarra. 

Con estos mimbres, más una parte de la juventud que simpatiza con Vox, pelean por el gobierno Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez y aunque el primero ha ganado las elecciones, el segundo tiene más posibilidades de ser elegido presidente si falla Feijóo el día 27.

Se ha repetido hasta la saciedad: los obstáculos de Feijóo son prácticamente insalvables, porque mientras Sánchez traspasa todas las líneas rojas que se marcó él mismo tiempo atrás -empezando por la amnistía y la celebración de un referéndum, como le exige Puigdemont-, Feijóo sin embargo se mantiene imperturbablemente fiel a sus principios, entre ellos el de seguir al pie de la letra lo que marcan la Ley y la Constitución. Es por tanto difícil que consiga salvar su investidura, con una izquierda que se coloca como un solo bloque junto a Pedro Sánchez y los nacionalistas tradicionalmente conservadores decididos a apostar por Sánchez porque les garantiza aquello que siempre buscaron: más autogobierno y menos presencia española en sus territorios. La mayoría de los españoles hoy hacen ascos a la ultraderecha de Vox, pero no hace ascos a la ultraizquierda, a los independentistas y a Bildu, con un uso interesado y discriminatorio de la vara de medir.

Urkullu, a la arena

Cuando Iñigo Urkullu envió su artículo al diario El País en el que proponía una España “plurinacional” sabía de antemano que a los socialistas de Sánchez les atraería la idea, porque tragan con todo con tal de mantenerse en el Gobierno. Con una excepción, Ximo Puig. Acaba de perder el gobierno valenciano y expresa sus reticencias a la propuesta de Urkullu porque el lehendakari pretende con su iniciativa un trato prioritario para Cataluña, País Vasco y Galicia, las consideradas autonomías históricas. Puig no quiere que se excluya al reino de Valencia, al que pretende regresar algún día como presidente.

No sorprende el silencio de los restantes barones del PSOE, que en más de una ocasión se han declarado contrarios a las exigencias nacionalistas. Quizá dejen de estar en silencio una vez tengan la seguridad de que Pedro Sánchez sortea todas las barreras que tiene por delante y consigue mantenerse en Moncloa.

Las cosas están regular, tirando a mal, para Núñez Feijóo. El primer encuentro, el que mantuvo el miércoles con Pedro Sánchez, fue fallido, no hay posibilidad de acuerdos de gobierno ni de ningún otro en ningún aspecto. Ha anunciado su disposición a hablar con todo el mundo excepto con Bildu, lo que ha provocado malas caras en su partido, incluso en varios de sus dirigentes.

Tan es así que se ha visto obligado a explicar que conversar no es negociar, y que en ningún caso aceptará nada que sea contrario a la Constitución. Fue más lejos; dijo en una entrevista en El Mundo que él sería presidente de Gobierno si estuviera dispuesto a aceptar lo que otros partidos exigen a Sánchez y que el presidente en funciones está dispuesto a asumir. Pero él no va a pasar por el aro.

Esta semana Feijóo reúne a la Directiva Nacional del PP para dar toda clase de explicaciones sobre qué piensa hacer: conversación telefónica con todos los presidentes de gobiernos regionales -telefónicas porque no dispone de tiempo suficiente para trasladarse a las 17 comunidades más Ceuta y Melilla- y personales con los partidos que quieran mantener encuentros con él. Si no es con sus líderes, con el interlocutor del PP del mismo nivel.

De momento, Yolanda Díaz ha advertido que no tiene la menor intención de mantener un encuentro con Feijóo. Se comprende, el presidente del PP conoce como nadie la trayectoria de la dirigente de Sumar… y sus fracasos en Galicia, que en julio se han dado también en otras regiones españolas. Díaz ha dicho que de las conversaciones con el PP se encargaría la portavoz parlamentaria de Sumar, Marta Lois.

Pulgar de Puigdemont

Feijóo no renuncia a verse con quien se quiera ver con él, aunque pintan bastos, lo sabe perfectamente. Sin embargo, las conversaciones le serán útiles para el debate de investidura, porque sabrá qué es exactamente lo que exigen los partidos que apoyan a Sánchez como presidente. No lo mencionará solo en su propia investidura sino también en la de Sánchez cuando se produzca. Si se produce, que parece lo más probable.

En estas próximas semanas se producirán tres posibles escenarios. Primero, investidura de Feijóo que le convierta en presidente de Gobierno. Segundo, tras el fracaso de Feijóo, investidura de Sánchez que le convierta en presidente de Gobierno. Tercero: nuevo fracaso con la investidura de Sánchez, y elecciones generales en el mes de enero.

En el PP sin embargo manejan un cuarto escenario: tras una fallida investidura de Feijóo, Sánchez podría pedir a sus futuros socios que hicieran público el apoyo que le darían la mayoría absoluta. En ese caso, no habría nueva ronda de consultas del rey, sino que propondría directamente a Pedro Sánchez a la presidencia, en un debate de investidura muy breve al que seguiría la obligada votación y Sánchez se mantendría como presidente.

¿Qué va a ocurrir finalmente? Nadie lo sabe, porque hay un elemento clave que Sánchez todavía no maneja: la posición de Carles Puigdemont. La mayoría de los analistas catalanes que le conocen bien aseguran que el expresidente de la Generalitat está encantado con el recuperado protagonismo, que disfruta estos días al verse tan mencionado, y que le gusta que se hagan cábalas sobre cuál va a ser su decisión sobre los siete votos de Junts. Pero, dicen estos analistas, en el último minuto, como es habitual en él, Puigdemont mostrará el pulgar señalando hacia arriba: convertirá a Pedro Sánchez en presidente.

El capítulo siguiente se centrará en qué decisiones tomará Pedro Sánchez para cumplir las exigencias de amnistía y referéndum.

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