Opinión

Mal trago para Irene Montero

Acaba el año con pésimas cifras en  violencia de género, la violencia machista. Triste balance para  la  ministra Montero y sus colegas de Podemos  al frente del ministerio de Igualdad… Presumían de que ellas tenían las claves para reducir esa lacra, pero también eso era mentira.  

España lleva tiempo manejando datos que llenan de  vergüenza a quienes creen que desde el gobierno se pueden tomar medidas eficaces, pero no ha sido el caso en esta etapa de gobierno supuestamente progresista. El progreso en ese capítulo brilla por su ausencia.

Poco se puede esperar mientras la lucha contra la violencia de género esté en manos de Irene Montero: su primer reacción al conocer cómo finaliza el año ha sido promover una reunión con dirigentes de los ministerios de Justicia y de Interior. Pretende  repartir responsabilidades, no comerse ese marrón  que  prometió erradicar, luchar contra él con todas sus fuerzas.

El problema es que luchar contra la violencia de género no consiste en colocar a personas afines en cargos directivos,  sino buscar expertos en prevenir reacciones de violencia extrema y expertos en cómo tratar a los agresores y a sus víctimas. Casi un cincuenta por ciento de las víctimas habían denunciado a quienes finalmente les han segado la vida, y contra eso no se combate a balón pasado, sino antes de que se produzca la tragedia.

Faltan medios, personales y técnicos, pero faltan también programas de  prevención y de ayuda elaborados con sensatez en lugar de ideología. No se protege a la mujer amenazada solamente dándole refugio o en una provincia alejada del posible agresor,  también es necesario facilitarle una actividad, un trabajo si es posible, para rehacer su vida. Con especial atención a los hijos si los hubiera, porque en multitud de ocasiones la mujer amenazada acaba regresando a su domicilio no solo por atadura afectiva con su pareja, sino también porque no encuentra la manera de rehacer  económicamente su vida lejos de la  pareja de la que había recibido maltrato físico o psicológico.

España no puede ser un país en el que una mujer que  decide romper su matrimonio o noviazgo por las razones que sean, se lo piense mucho antes de hacerlo: no hay quien realmente la proteja de la reacción de aquel con el que ya no quiere mantener la relación. Más aún si tienen hijos, porque pueden convertirse  también en víctimas potenciales. 

El  ministerio de Igualdad tendría mucho que aportar a la sociedad, pero en manos de Montero se ha centrado más en sus políticas woke  que en proteger a mujeres que no acertaron en  la elección  de sus maridos  y quieren algo tan simple como vivir en paz. Sin violencias ni amenazas, con sus hijos y ellas mismas seguras de que no van a a ser agredidos en cualquier momento.  

Montero no cuenta con programas específicos solventes. No las atiende, no las protege, está  en otras cosas. Las del populismo extremista, discriminatorio y mal entendido.

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