Opinión

Prioridad absoluta contra los yihadistas

Los aeropuertos internacionales de mayor tráfico han pasado la última semana en alerta máxima, con sus servicios de seguridad reforzados y el material tecnológico más sofisticado camuflado en lugares clave para tratar de detectar cualquier indicio que pudiera hacer pensar en una acción terrorista.

Los servicios de inteligencia que trabajan de forma coordinada contra el yihadismo tenían constancia de que se preparaba un atentado haciéndolo coincidir con el 4 de julio, fiesta nacional de Estados Unidos, que se iba a perpetrar a bordo de un avión que cubría una línea trasatlántica, y que el sujeto que iba a realizarlo –quizá sujetos, en plural– llevaría una bomba muy sofisticada, subcutánea, de muy pequeño tamaño, imposible de detectar con los instrumentos que se utilizan habitualmente en las líneas de seguridad de los aeropuertos.

Nunca se ha bajado la guardia ante el terrorismo islamista desde los atentados del 11-S que tuvieron su prolongación más dramática en nuevos atentados masivos como los de Madrid, Londres, Bali o distintas localidades saudíes o de Malasia. Pero el incremento de la tensión en Iraq y Siria, la aparición en este último país de varios grupos radicales terroristas enfrentados entre sí y al mismo tiempo con dos enemigos comunes, Bashar El Assad y cualquier país occidental, más el terreno ganado por el Ejército Islamista de Iraq y Levante que en apenas un mes ha logrado crear un casi estado –un califato, le llaman– en territorio conquistado entre Iraq y Siria, ha provocado que se hayan extremado las medidas de detección y acoso de los terroristas. Se tiene además la certeza de que no solo no están agazapados sino que se sienten envalentonados por esas acciones, a las que se suma el grupo de Boko Haram que aterroriza Nigeria con sus matanzas y secuestros contra las mujeres que pretenden estudiar o contra cualquier ciudadano ajeno a lo que recoge el Corán, y se suman también los diversos grupos terroristas –incrustados de bandidos– que actúan en el inmenso y prácticamente inaccesible territorio del Sahel africano.

EL PAPEL DE LAS MUJERES

España, por su situación geográfica e incluso por su historia –los islamistas reivindican derechos sobre Al Andalus y no renuncian a ellos– es un país que más que cualquier otro europeo está obligado a controlar de forma exhaustiva a la creciente comunidad islámica. Se encuentra en contacto permanente con los servicios de inteligencia y de seguridad de otros países incluidos los árabes, donde distintos gobiernos mantienen también una lucha implacable contra el terrorismo, y además mantiene una coordinación fluida entre policía, guardia civil y CNI, todos ellos con departamentos dedicados en exclusividad a la lucha contra el terrorismo islamista y, también todos ellos, con prioridad a esos departamentos.

En el plano internacional es el CNI quien se mueve de forma más activa, con agentes en todas las zonas “calientes”, incrustados en la sociedad civil como si se tratara de ciudadanos de esos países. Generalmente los agentes del CNI pasan a segundo plano cuando culminan con éxito una operación, precisamente para no dar pistas sobre su presencia en esas zonas y evitar así que se pueda desenmascarar a sus agentes. Entre ellos se encuentra un número no desdeñable de mujeres que, en los países musulmanes, pasan inadvertidas porque ni siquiera se considera que puedan ser personas a las que tener en cuenta, y se convierten en vigilantes mudas y aparentemente ciegas de cuanto ocurre a su alrededor. En las operaciones realizadas en el Sahel, todas ellas relacionadas con detección y liberación de secuestrados, el CNI ha tenido un papel básico, precisamente por contar con personas todo oído y ojos en ese amplio territorio en el que es tan importante mantener buenas relaciones con las personas adecuadas, las que tienen capacidad de influir en las diferentes tribus, bandas y grupos terroristas organizados.

Cuestión muy distinta es la lucha contra el terrorismo islamista dentro de España. País próximo al norte de Africa, España es punto de destino de redes islamistas que intentan introducirse en Europa, por lo que el control de costas y pasos fronterizos es máximo. La policía marroquí trabaja de forma muy activa con la española para localizar las redes ilegales de inmigrantes y de narcotráfico, es cosa sabida, pero esa colaboración es aún más importante en el plano de la lucha contra el yihadismo, que también ha cometido graves atentados en Marruecos y considera que Mohamed VI es un monarca excesivamente occidentalizado.

Dos de los países europeos elegidos por los yihadistas para organizar sus actividades son, además de España, Francia y Bélgica, con policías que mantienen estrecha relación con la española y con la guardia civil, y que han sido lugares desde donde los grupos afines a AlQaeda han creado las organizaciones necesarias para preparar los viajes a Pakistán, donde los yihadistas reciben entrenamiento para participar en las “guerras santas” o en actos terroristas, o a Siria, para sumarse a los grupos rebeldes.

SIRVIENTES O SUICIDAS

Un elemento nuevo para quienes forman parte de los servicios de inteligencia y de los cuerpos de seguridad del Estado, Policía y Guardia Civil, es que en los últimos tiempos se han detectado comunicaciones entre un número considerable de yihadistas que lograron viajar hasta Siria, Pakistán o Iraq, y las familias que dejaron atrás en España, con frecuencia en las ciudades de Ceuta y Melilla donde existen barrios enteros en los que manda el islamismo más radical.

En esas comunicaciones se advierte una gran decepción al verse convertidos en simples “sirvientes” de sus superiores, destinados a realizar labores de limpieza, o preparados no para luchar por la defensa del Islam sino para convertirse en hombres bomba para cometer atentados.

Una de las líneas en las que trabajan los expertos españoles en la lucha contra el terrorismo islamista es precisamente en abrir una puerta al regreso de esos desencantados, porque además de trasladar ese desencanto a sus correligionarios cuando vuelven a sus lugares de origen, pueden convertirse en elemento disuasorio para quienes estén tentados de unirse a la Yihad.

Dentro de España las regiones en las que hay mayor vigilancia para detectar posibles focos de yihadismo son, además de Ceuta y Melilla, Cataluña y Aragón, con especial atención a la comunidad paquistaní. Hay menos mezquitas ilegales que años atrás, precisamente porque el control es exhaustivo –no hace mucho tiempo las trastiendas de algunas carnicerías eran centros de inmersión en el islamismo violento y radical– y se ha comprobado que las propias autoridades musulmanes se cuidan de controlar sus principales mezquitas, muy concienciadas para sumarse a la lucha contra los islamistas que pueden caer en el terrorismo, actividad hacia la que la mayoría de los musulmanes sienten tanto rechazo como los ciudadanos de otra cultura y religión.

También la zona rifeña de Marruecos ha dejado de ser foco importante del terrorismo. Un porcentaje alto de población masculina es contraria a la monarquía de Mohamed VI, pero no se sienten guerreros, no terroristas, y los jóvenes ya no están tan cegados por AlQaeda como en los tiempos de Bin Laden.

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