Opinión

Todas las ciudades son París

Nadie está a salvo de la brutalidad yihadista. París sufre hoy las peores consecuencias, como Madrid en el 2004, pero cualquier día el escenario de horror de la capital francesa puede vivirse en otra capital europea o en cualquier ciudad española. El Daesh es un problema que nos concierne a todos, y no se podrá ganar la guerra contra los terroristas si no somos conscientes de que a todos concierne esa batalla. A todos.
Hay una pista sólida  que identifica a los adversarios:  son musulmanes radicalizados. Sin que eso signifique que todos los musulmanes sean yihadistas –la mayoría sienten la misma repugnancia hacia el Daesh que el resto de los mortales-, sin embargo  es un hecho constatado que todos los terroristas son musulmanes.  Es clave por tanto el control sobre sus lugares de reunión y sobre las mezquitas.

La responsabilidad de los imanes es fundamental: ya no valen solo las frases de condena,  que finalmente han llegado después de mucho tiempo de silencio. Además de la condena hay que pedir a los imanes, hay que exigirles, un discurso claro de alerta sobre lo que significa el yihadismo, que transmitan a los fieles su rechazo, su indignación y su absoluto desprecio, y que insistan a los fieles sobre el  significado pacifista de la religión musulmana y las enseñanzas del Corán, que los terroristas malinterpretan a conveniencia tomándolas al pie de la letra.  


Los propios musulmanes son los que deben colaborar, más que nadie, para emitir mensajes constructivos que neutralicen los mensajes destructivos de los yihadistas, y deben colaborar con las fuerzas de seguridad para informar sobre cualquier iniciativa que les parezca sospechosa. Hay barrios en España similares  a Molenbeek, y provoca auténtica desazón que los periodistas que interrogaban estos días en la calle a residentes de esa zona de Bruselas coincidieran en que era un lugar tranquilo y de convivencia de culturas. No es cierto, y esos hombres y mujeres que se mostraban tan tranquilos deben llevar sobre sus hombros el peso del silencio. Quizás incluso de la colaboración.


España coopera con Francia, desde siempre, en su lucha contra el yihadismo, entre otras razones porque las fuerzas de seguridad españolas cuentan con especial preparación para investigar y neutralizar a los yihadistas, fuimos víctimas hace apenas diez años y podemos seguir siéndolo.  


En esa lucha estamos obligados a encontrar el equilibrio necesario entre libertad y seguridad, sin demagogias y sin mensajes catastrofistas. Nos va mucho en ello.  Se trata de una guerra, que para el Daesh es sin cuartel, y para la que cuenta con elementos que hacen muy dura la pelea: armas ilimitadas porque disponen de medios económicos desorbitados,  fanatismo religioso y falta de escrúpulos para guarecerse bajo objetivos civiles para impedir los bombardeos.


La colaboración con Francia, y con toda la UE, debe no solo mantenerse sino incrementarse. Porque lo de París somos todos es mucho más que una frase de moda, que suena bien.  Es algo real.

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