Opinión

Diálogo de mendrugos

Hola, buenos días. Qué montón de tiempo hace que no le veo. Muchísimo de verdad. ¿Qué es de su vida? Qué alegría me produce verlo.

-Bueno… me perdonará… pero yo…

-La alegría es mía. Bueno… bueno… ¿Todo bien? Pues nosotros también todo bien; el chico me terminó la carrera y ahora está a punto de casarse.

-Me alegro pero… he de decirle…

-Es que ese chico vale mucho. Usted siempre me lo decía. Bueno no crea. Él, más que inteligente es un chaval de mucho trabajar y trabajar hasta que lo consigue. A veces, hace más el ser constante que la inteligencia.

-Déjeme decirle que…

-No, no. Mire usted, inteligente lo es, porque ya dice su novia: “tú es que las pillas todas en el aire”. Lo que pasa es que no se pone y eso es lo que pasa.

-Mmm…

-Bueno en eso que dice tiene razón, porque ya sabe cómo está el país.

-Claro, lo que yo le digo es que…

-A mí me lo va usted a decir. Si es que no damos encarrilado esto. La culpa ya sabe de quién es. Claro… claro… mucho bla ,bla, bla y ahora ya ve…tararí que te vi. Yo se lo decía aún ayer a mi mujer… ”los mismos con distintos collares”

-Bueno… no sé… yo…

-Que sí. Bueno, yo ya sé que usted siempre fue del otro palo, pero me tendrá que reconocer que así no vamos a ningún sitio.

-Ya…

-Ni “ya” ni “yo”. Lo que le digo va a misa. Por cierto, tiene que dispensarme que no llego… bueno… a misa… me refiero. Claro, te encuentras con un amigo, al que aprecias tanto, y te paras. Bueno… ¡a mandar! A ver si no pasa tanto tiempo sin volvernos a ver.

-Pero si yo…

-Adiós don Cristóbal.

-Es que yo no soy don Cristóbal.

-Ah ¿no? Pues le da usted un aire.

- Estoy convencido de que en este tiempo en el que lo importante es el diálogo, deberíamos entrenar. Vamos… ponernos en lugar del otro. Escucharnos. Eso es muy importante, escuchar. No nos vaya a pasar lo que le ocurrió al señor Vitorio. Aquel hombre que intranquilo con su conciencia porque…vaya usted a saber, acude raudo a una iglesia. Ve luz en el confesonario y allí se va a dialogar con el confesor y suelta su retahíla de pecados o de dudas de conciencia. Al ver que no obtiene respuesta comienza a enfadarse:

-¿Es que no me va usted a decir nada?

-Y ¿qué quiere que le diga?

-Pues que me libere usted de esta angustia vital en la que vivo.

-Pues no creo que le sirva yo para nada.

-Vamos hombre… ¿tan poca formación teológica tiene usted?

-Hombre yo… ninguna.

-Pues vaya clero. Así anda el tema.

-No… es que verá, yo… soy el carpintero y estaba arreglando el confesonario.

-Buenos días.

-Buenas noches.

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