Opinión

Pinball

Jonathan, Roberto, Fran y Jorge juegan ruidosamente al futbolín en el bar de la esquina. Toman la bola  desde lo alto y al estilo “sembrador” la echan de golpe sobre el rectángulo descolorido. Once jugadores  impertérritos frente a frente.  Ese lanzar con fuerza la bola les cuesta siempre la bronca inútil del vigilante de la sala: “es que me lo vais a abollar”. Lo dice nada convencido y sabiendo que nadie va a parar este rebumbio.

Un poco más allá, al lado de los jugadores del tute “cabrero”, el señor Gerardo, banquista jubilado, juega al pinball. Un tin-tin eléctrico y persistente avisa de las puntuaciones  en un precioso pimbola  electromecánico. Allí la bola brillante se mueve loca, o no tanto, impulsada por un resorte que la hace correr por el tablero y golpearse borracha contra un montón de obstáculos. Los cambios del color de las luces del utensilio atraen la atención del dueño del bar que olvida, así, rellenar la copa de coñac del cabo.

Ya lo sé…otros tiempos…años sesenta y setenta. Pero ahora mismo también juega el pinball. En un Hospital Universitario o bajo las palmeras o bajo el baobab africano están naciendo niñas y niños. Están llegando al tablero multicolor de la vida. Allí los ha lanzado la mano invisible de lo que algunos llaman Destino, otros Casualidad y otros Divinidad. Y…tendrán que jugar la partida. Jugar siempre y no renunciar a ganarla aunque los golpes que, estamos seguros, van a llevar, les convenzan de que siempre están a punto de perderla.

En este futbolín de la vida o en este pinball suceden cosas. Algunos filósofos van a decirnos que es un “esfuerzo inútil”. Que nadie va a librarte de los golpes y que te acostumbres pronto.

Ante la vorágine todos deseamos controlar la bola. Saber lo que se nos viene encima y dirigir lo que otros llaman “destino”. Es harto difícil. Por mucho que ensayes en el manejo de los “flippers” la bola se reproyecta dentro del tablero y tienes la percepción de que lo que  tú  puedes hacer es… nada.

A veces, después de que el tragaperras se coma tus dineros  y tus ganas de luchar en este chapolín de la vida, te paras, reflexionas, te pones a discurrir ¿Qué hacer? Algunos se angustian, se agobian y creen que es mejor abandonar la partida…pero no. Es bueno buscar alternativas. En aquellos juegos setenteros siempre había unas chicas y chicos listos que sabían hacerle un truco. Sólo era un truco, casi una bobada,  pero después todo funcionaba mejor y  ganaban con facilidad casi todas las partidas. 

Una de esas chicas listas es Teresa, sí esa que conoces de Ávila. Lo escribió y tenemos su truco: “todo se pasa…la paciencia todo lo alcanza”. Otro truco muy popular está escrito en los surcos del hombre de campo: “el agua siempre vuelve a su cauce”. No te desesperes. Hay que darle tiempo al tiempo.

Aquellos místicos  del XVI y XVII estaban convencidos de que al mando de tu Pinball hay alguien que no dejará que te estrelles. Le llamaban…Providencia. Deja que fluya. 

 Bueno… tú mismo… ¡GAME OVER!

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