Opinión

La buena edad de morirse

Aunque nunca será un buen momento para semejante trance, tendremos que reconocer que, a partir de los ochenta, parece tomar más sentido que nunca lo que entendemos como muerte natural. Yo creo que cuando Antonio Escohotado Espinosa era joven, no pensaba, como todos los de su generación, que alcanzaríamos los ochenta años, máxime si éramos un poco traviesos y teníamos aficiones inquietas, pero mira tú por donde, este polifacético escritor, filósofo, profesor, pensador y sobre todo, trabajador, que se podía pasar días enteros estudiando en los temas que le apasionaban, sin festivos ni vacaciones, se acaba de morir a sus ochenta años recién cumplidos en el pasado mes de Julio, en su añorada isla de Ibiza a donde se trasladó desde su domicilio en la sierra de Madrid, presintiendo que le faltaba poco tempo para culminar la carrera de su intensa y apasionada vida.

Esto de organizar el final de tu vida tiene su sentido. Solo hay dos acontecimientos verdaderamente importantes en nuestra existencia en este mundo: el día en que nacemos y el día en que morimos, entre esas dos fechas hacemos cosas, por supuesto, pero estos dos momentos son los más transcendentales. En el primero no hemos tenido posibilidad alguna de intervenir, únicamente nuestros padres y sus circunstancias han determinado el lugar donde hemos empezado a respirar, pero en el segundo acontecimiento, salvo que la muerte te llegue a traición, sin avisar, y si tenemos todavía un nivel suficiente de autonomía para poder decidir, podremos elegir el lugar donde poder consumir tus últimas dosis de oxígeno.

Antonio era un tío genial y ameno hasta hablando de la muerte, de su muerte, me ha sorprendido que haya sido, según leo, en un hospital, no eran sus planes, se conoce que ya no tenía los mandos, él era ferviente partidario de la eutanasia, confiaba en sus drogas, en su botiquín como él decía, también para ese trance. Según los periódicos, murió de cáncer, no sé, pero supongo que sería de pulmón, era un fumador empedernido, aunque el capricho de esta enfermedad, hace que mate también a una persona como mi recordado amigo, Moisés Pilo, una persona que no había fumado en su vida, deportista, con una vida metódica y saludable y que el cáncer de pulmón se lo llevó con poco más de cincuenta años.

Gran conocedor del mundo de las drogas, ( su “historia general de las drogas” de 1500 páginas está considerado como el mejor tratado en la materia a nivel mundial) y gran experto en saber utilizarlas, porque según él, todo es cuestión de dosis, “la droga no mata, mata la ignorancia” decía, pero habrá que admitir que, por mucho que sabía sobre ellas, el factor suerte debió estar muy presente en su vida para haber llegado a los ochenta, porque la gran mayoría de sus consumidores no llegan a esa edad.

Porque, dentro de mi ignorancia en el tema, creo que lo más seguro del mudo de las drogas es no entrar en él, por mucho que sepas y por muy bien que te las administres. Es como si te explican cómo practicar con seguridad montañismo, motorismo o submarinismo, por ejemplo, sí, será muy provechoso y saludable saber practicarlos con seguridad, pero tendremos que admitir que siempre tendrás más posibilidades de llegar a viejo si, en lugar de subir al Himalaya, te aficionas al ajedrez. Por ejemplo.

Hombre polifacético, con una extraordinaria memoria hasta el final de sus días, gran conversador, que igual te hablaba del mundo griego o romano como si hubiera vivido en ellos, como de física cuántica o del comunismo. Sus libros y sus conferencias, (hace unos años en Ourense, que podemos ver en Youtube) nos seguirán recordando la categoría intelectual de este hombre que acaba de dejarnos.

Te puede interesar