Opinión

La culpa se quedó soltera

Porque no hubo quien la quisiera. Esta frase, dicho o refrán es cosa antigua, lo decía mi abuela Aurora allá por el Outeiro de Loiro,  cuando de niños no admitíamos que éramos culpables de alguna trastada. Hoy no tiene mucho sentido, primero porque  es femenino, y esto suena a machista y ojo con estos temas, pero tendremos que admitir que la culpa, a simple vista, es femenino, que se le va hacer,  masculino sería el “culpo”, y ya se ve que no; en segundo lugar, porque las mujeres de hoy  ya no tienen tan claro que lo de casarse sea la mejor opción,  y en ocasiones, cuanto más la quieren menos se casa, por lo que este refrán, o lo que sea, ya no encaja demasiado en el mundo de hoy.

La reciente nevada que atrapó a cientos de automovilistas en la autopista AP 6 en las cercanías  de la sierra del Guadarrrama  ha sido la causa de  que nos pasáramos la semana  pasada buscando culpables de  que cientos de vehículos y sus pasajeros  tuvieran que  quedarse  la noche en la carretera hasta que la unidad de emergencias del ejército los pudo rescatar.

Se le ocurrió al director general de Tráfico decir que los conductores estaban advertidos  de que iba a nevar aquella tarde y se le vino encima la del pulpo. Hay cosas que todos sabemos de que va,  pero que también sabemos que no se pueden decir. Se le recriminó  hasta la saciedad el hecho de que estuviera en  Sevilla mientras la nieve bloqueaba la autopista AP 6 como si fuera culpable del desastre, cuando todos sabemos que las cosas serían exactamente igual estando en Madrid o en Sevilla, en ambos sitios estaría esperando noticias al pie del teléfono o del ordenador. Está claro que hay, en principio, dos claros culpables; en primer lugar, los responsables de la autopista que no tuvieron operativos a tiempo los quitanieves  necesarios para solucionar el problema, y en segundo lugar, la falta de previsión de los conductores que sabían perfectamente que iba a nevar, pero nosotros, por no estar habituados, no tenemos respeto a la nieve, estamos acostumbrados a seguir conduciendo, aunque esté nevando, hasta que  nos  pare la Guardia Civil, todo lo contrario de lo que pasa en los países familiarizados con ella. 

En una época ya lejana viajé bastante por los Alpes en invierno y lo primero que me sorprendió, en comparación con  lo que pasaba por aquí, es que allí podías ir por cualquier carretera nevada que no estuviera cerrada, sobre todo si era por  la noche, y disponerte a subir cualquier puerto de montaña sin que nadie te dijera nada, ni un gendarme, ni siquiera un letrero de atención; Allí todo el mundo sabe como se las gasta la nieve. Nunca olvidaré un día en Le Puy (Alpes franceses)  cuando subiendo detrás de un quitanieves que nos iba abriendo una carretera después de una  noche nevando con intensidad, nos encontramos con un Renault 5 amarillo con una joven pareja y dos niñitos congelados.  Nadie les advirtió, nadie les impidió el paso, nadie les dijo que tenían que llevar cadenas,  ni palas, ni pitos, ni linternas y nadie, al día siguiente, intentó echarle las culpas al director general de Tráfico.

Los coches modernos, sobre todo los más potentes, independientemente de que tengan o no, doble tracción,  con  esas ruedas anchas  necesarias para la circulación por carretera en condiciones normales, tienen muchas menos defensa  ante la nieve, (con cinco centímetros es suficiente) que un utilitario con ruedas estrechas, ya no digamos aquellos antiguos dos caballos o los 4L que iban tan bien por la nieve. La doble tracción, si no llevamos las ruedas adecuadas, son cuatro ruedas a patinar en lugar de dos, y las ruedas que sirven para la nieve, son un suplicio para circular  en asfalto, por lo que la única solución sería un cambio de ruedas y eso es otra historia. Lo que  sí nos produce la doble tracción, es una sensación  de  que podemos superar cualquier obstáculo y eso suele ser un error. Estadísticamente, los todo terreno son los vehículos que más se llevan las riadas. Ya digo, es solo estadística.

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