Opinión

Los pescaderos

Al margen de los profesionales que nos sirven el pescado en mercados y pescaderías,  hoy quiero recordar, también con la sana  intención de escapar un poco de la triste actualidad,  a los conductores de  aquellos viejos camiones que llamábamos pescaderos, casi todos de color rojo,  que atravesaban nuestra ciudad a mediados del siglo pasado  camino de Madrid dejando un reguero de agua al irse fundiendo el hielo que le habían cargado para refrigerar el pescado en  el puerto de Vigo.

Es un buen argumento para cualquier periodista que quisiera  hacer una entrevista a los jubilados conductores  de aquella época que todavía estén entre nosotros. Para una entrevista y si me apuran,  para una película,  recordando esos  épicos viajes, sobre todo en invierno, en aquellos camiones sin dirección asistida y  con escasa potencia que se las veían moradas para superar los puertos del Padornelo y de  la Canda y ya no digamos,  el de Guadarrama, ya en la Comunidad de Madrid, después de catorce o quince horas al volante sorteando baches y cerradas curvas y  pendientes de vértigo sin las ayudas de todo tipo que tiene la conducción  actual. Y así  día tras día y noche tras noche.

Desde la salida de Vigo hasta Puebla de Sanabria,  todo eran curvas,   subidas  y bajadas,  pasando por el centro de las poblaciones;  A Cañiza, Ribadavia , Ourense,  Allariz, Xinzo, Verín, Benavente, Arévalo, etc. En especial, el paso por la ciudad de  Ourense era toda una odisea, o como diría el recordado  Rapela;  más que una  odisea, era una osadía. 

Hasta los años veinte, en los que se inaugura el que llamamos puente nuevo, el de hierro,  el único puente que había para cruzar el Miño, en las dos direcciones,  era el puente romano,  con su escalofriante cambio de rasante en el centro. Muchos de estos camiones pescaderos seguían pasando por él, porque era el camino más corto para atravesar la ciudad, ya que ir por el puente nuevo suponía dar un rodeo girando a la izquierda  al final de la bajada por la avda. de Las Caldas para ir por el nuevo  puente de hierro.  De esta  forma, por el puente viejo,  era todo  recto, además del vértigo del salto del cambio de rasante,  (No me digan que no sería una escena espectacular para una película) seguían directamente  por la calle del Progreso (lo de progresista ya existía) Mariñamansa, Seixalbo… y a correr.

Estos conductores eran unos auténticos héroes, con las nevadas que caían por aquellos tiempos no es difícil imaginar las aventuras que tenían que superar en cada viaje  para enfrentarse en invierno con cualquier de aquellos puertos  cubiertos de nieve  y poder llegar a tiempo a su destino con una mercancía perecedera que tenía una fecha inexorable de caducidad ya que no eran camiones frigoríficos.

Ni que decir tiene que había muchos accidentes y donde se producía, se repartía el pescado entre los vecinos. A raíz de un accidente,  bajando el puerto de Guadarrama, ya en el pueblo, volcó un camión cargado con sardinas y a raíz de ese accidente un vecino  del pueblo puso un restaurante en donde se vendieron y todavía existe en Guadarrama.

En fin, la idea queda ahí, sé que no estamos en Hollywood,   pero la escena de un  camíón de aquella época, me refiero  a los de los   años cincuenta, sesenta o setenta del pasado siglo,  antes de la llegada de las autovías y de los vehículos modernos, saltando el cambio de rasante del puente romano cargado con diez toneladas de pescado y chorreando agua por las juntas de su caja,  sería irrepetible. 

Los decorados y todavía algunos protagonistas de estos fantásticos viajes que nos pueden ampliar los detalles de esta historia,  siguen en pie. Lo dicho, un buen argumento, ya solo nos falta el autor, o autora, no sea.

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