Opinión

Obituario: Esperando la muerte

Casi el mismo día que enterramos en el cementerio de Esgos a nuestro querido amigo Manolo Murias, se moría también Gustavo García Márquez (78) hermano de Gabriel (Gabo) el gran escritor colombiano afincado en México y que recientemente cumplió los 87 años. Según cuentan Gabriel,  no acudió al entierro de su hermano, ni le escribió una triste nota, porque según parece, odia la muerte, no quiere verla ni en pintura. Esto es lo que leí en un artículo de prensa días pasados.


No sé que pensar. Reconozco que el tema de la muerte, en cualquiera de sus versiones, no es asunto que resulte interesante, pero está claro que,  a medida que van pasando los años, por mucho que intentemos despistarla, nos encontraremos con ella. Tal vez de bruces y por la tangente. De frente o de soslayo. Da igual. Sabemos a lo que viene.
Así que no vamos a imitar a Gabo, y vamos a recordar tranquilamente aquella tarde de lluvia en la que despedíamos a nuestro querido amigo Manolo Murias, en su Esgos del alma. No porque no le tengamos respeto a la muerte, pero cada uno en su punto. Desde que nacemos la estamos esperando, pero mientras tanto, nada de dramas, cada cosa en su sitio, y a su tiempo. Cuando toque. Presente. Sabemos que puede llegar de distintas maneras. Los juegos de la naturaleza para estas cosas son infinitos. A nuestro común amigo José Posada, hace poco más de un año le visitó la parca con nocturnidad, alargando su sueño eternamente, y a Manolo se lo llevó con premeditación y alevosía, después de un largo y desigual combate de muchos meses,  por conquistar unos  pocos más  minutos de  vida. Eras un luchador. Lo sabíamos todos. Nunca te olvidaremos.  Descansa ahora en paz.
Allí estábamos sus familiares y amigos que en tantas otras ocasiones compartimos alegrías en fiestas, bodas, bautizos, rallyes, golf, etc. Vimos como te lloraban Ida, tus hermanos y tus hijos. Ahora tocaba la triste  despedida de nuestro querido amigo, en el cementerio de Esgos, bajo la lluvia de aquella tarde del martes 4 de Marzo, con el  tañido de fondo de las campanas de la iglesia, y los responsos de siempre, que seguimos prefiriendo que nos lo sigan cantando en latín porque, tal vez, no los entendamos demasiado si nos lo traducen.

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