La decisión del papa Francisco de sumarse a la celebración de los 500 años de la reforma protestante, no puede ser más oportuna. En su reciente viaje a Suecia celebró una misa conjunta con los sacerdotes luteranos tratando de llegar a una reconciliación e intentando olvidar tantos siglos de estúpidas guerras de religión que arruinaron el continente europeo, sin admitir la gran parte de razón que tenía Lutero cuando clavó en la puerta de la iglesia de Witemberg el 31 de Octubre de 1517 sus famosas "95 tesis" criticando entre otras cosas, la corrupción de la Iglesia en aquella época.
No entiendo como a estas alturas de la civilización sigue sin existir una asamblea permanente de religiones donde puedan celebrar reuniones los distintos representantes de las múltiples creencias que hay en este mundo, intercambiando opiniones y buscando el posible entendimiento entre ellas, de la misma forma que hay asambleas y conferencias entre las distintos colectivos humanos, ya sea en el ámbito político, comercial, cultural etc. Al fin y al cabo todas las religiones tratan de solucionar los problemas que se nos plantean cada día, bien es cierto que el camino y las soluciones que ofrecen unas, no se parecen en absoluto a las que ofrecen otras, dando origen a situaciones esperpénticas que, lejos de aportar soluciones, lo que propician verdaderamente es promover conflictos e incluso guerras, no solo en el pasado, si no también en el presente, no hay más que oír las arengas que estos días hacía el líder del Estado Islámico, Al Bagdadi, a sus milicianos combatientes en la actual batalla de Mosul animándolos a inmolarse en nombre de su Dios.
Pero los conflictos religiosos no solo se reducen a este campo de fanáticos del islam, entre nosotros se acaba de publicar un estudio donde los delitos de odio por motivos religiosos en nuestro país, aumentaron cerca de un 7% en el último año.
Entiendo que los humanos hayan inventado las religiones, ante la complejidad de los problemas que se nos presentan cada día y la dificultad de arreglarlos, es lógico que los primitivos habitantes del planeta pensaran que tenía que haber alguien, un ser supremo todopoderoso que sabría como funciona este tinglado. Este dios, profeta, creador, hacedor, o como queramos llamarle, tiene soluciones para todo, hace milagros, imparte justicia y castiga sin piedad a los pecadores, y por si fuera poco, sus premios y castigos transcienden hasta el más allá, después de nuestra muerte física, mediante resucitaciones, infiernos y paraísos.
Tendremos que estar de acuerdo en que las religiones se basan en estos principios sobrenaturales, las diferencias entre los distintos poderes, milagros, premios y castigos no dejan de ser sutilezas, si en sus particulares paraísos o infiernos hay ángeles, huríes, fuegos o demonios, es irrelevante, los fundamentos son parecidos, pero a pesar de ello, todas se creen poseedoras exclusivas de su verdad y de sus principios, y en el nombre de sus dioses respectivos y excluyentes se ha matado y se sigue matando por los siglos de los siglos.
Habrá estadísticas que lo respalden, en el mundo occidental el número de escépticos, agnósticos, ateos y similares va en aumento, no sé si esto es bueno o es malo, pero en el fondo, todos tenemos sentimientos religiosos, aunque sea una contradicción. Nuestro premio Nobel, Camilo J. Cela, aparentemente al menos, no parecía muy devoto, pero ordenó que lo enterrasen en el atrio de la iglesia parroquial de Padrón. Allí descansa.
Las religiones debieran contribuir a lograr una convivencia pacífica entre los humanos pero por desgracia vemos que no es así. El gesto del papa Francisco con los luteranos debiera extenderse a otros credos porque en el fondo, y de alguna manera, a diferencia de las demás especies con las que compartimos el planeta, que estas si que no se enteran de que va la vaina, todos somos religiosos. Todos esperamos vernos en los cielos, aunque de algunos nos tengamos que seguir escondiendo.