Opinión

Bachelet, la revancha de Chile

Normalidad, democracia, madurez de la sociedad chilena en el triunfo electoral de la nueva presidenta de Chile, Michèle Bachelet, que pronunció, según los medios de comunicación, un discurso realista desde el balcón del Palacio de la Moneda en Santiago al inaugurar su segundo mandato al frente de la nación sudamericana. 

Ante cientos de miles de seguidores, prometió simplemente hacer un Chile más justo y en vez de grandes palabras, detalló los puntos esenciales de su ambicioso y difícil programa de acción que empezará con 50 medidas para los primeros 100 días. Concretamente: nuevo sistema educativo y tributario, mayores beneficios sociales, descentralización de un estado de enormes distancias que es como la epina dorsal de laAmérica del Sur que da al Océano Pacífico.

A través de estos fríos enunciados esta puesta al día prometida redundará a favor de sus 16.600 millones de habitantes que ya gozan de uno de los mejores niveles de vida latinoamericanos con una expansión constante de más del 5 por cien anual. Para acabar el retrato de la nación andina hay que recordar que 67% de los chilenos son católicos, el divorcio sigue penalizado y el matrimonio homosexual no está aprobado por ley. Por último, la flamante presidenta se propone cambiar la Constitución, que data de la época de Augusto Pinochet aunque haya sufrido enmiendas. Mucha tela que cortar para sus cuatro años de mandato.

Tuvo la elegancia ilustrada Bachelet de empezar por un oxímoron cuando resumió la situación así: "Porque tenemos urgencia, no podemos apresurarnos" y enumeró, una a una, todas las dificultades con que se enfrenta, destacando varias veces la desigualdad, ahí los contrastes son patentes.


TRES SÍMBOLOS

Reelegida en unas elecciones normales que prueban el afianzamiento de la democracia en Chile a lo largo de los últimos 24 años, Bachelet escenifica la revancha de la historia con relación a la dictadura oprobiosa del general Augusto Pinochet (1973-1990) que hundió a la nación en la ignominia del terrorismo de Estado. En efecto, Pinochet, admirador del dictador Francisco Franco, a cuyo entierro asistió en Madrid con una capa blanca de uniforme de gala que quedó como símbolo siniestro, sometió a un país que dio premios Nobel como Gabriela Mistral y Pablo Neruda a un régimen inicuo que usó sistemáticamente la detención arbitraria, la tortura, el asesinato en masa y selectivo como métodos de Gobierno, con la ayuda de la policía DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). Sus crímenes de lesa humanidad durante dieciséis años y medio están bien acrreditados, indignense conmigo.

El cambio de tendencia aún fue más marcado al ser elegida al mismo tiempo en Valparaíso presidenta del Senado Isabel Allende, de 69 años, hija del malogrado presidente socialista Salvador Allende, quien derrocado por un golpe de Estado militar el 11 de septiembre de 1973 y asediada su residencia de La Moneda por tanques y aviones, se quitó la vida, un hecho luctuoso que marcó a la juventud progresista del mundo entero, entre los que me hallaba, como el asesinato de Martin Luther King o el de John F. Kennedy.

Otro desquite y no menor: Bachelet es hija del general Alberto Bachelet, muerto tras haber sido torturado por orden de la Junta Militar dirigida por Pinochet en 1974. Una tenebrosa fotografía del general con gafas negras, el gesto adusto, bigote estricto, rodeado de otros espadones ha quedado como cartel recordatorio del ignominioso pusht que instaló en el poder un gobierno militar culpable entre 1976 y 1988 de 2.100 muertos, 3.200 desaparecidos, 26.000 detenciones masivas, contabilidad macabra que, en un clima de guerra fría, el presidente Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger pasaban por alto para que no se creara una segunda Cuba en América Latina ayudada por la Unión Soviética.

Ahora bien, todo esto es el pasado que hay que mantener en la recámara de la memoria para que no se repita pero que tiene poco que ver con el presente. para decirlo con una imagen de la fauna salvaje de la región, los pumas de hoy en día no son los leones americanos de antaño. Los desafíos son civiles y democráticos, no pretenden más que extender el estado de bienestar.


TENSIÓN ANTE UN TORTURADOR

"Tengo experiencia para conducir el proceso con responsabilidad y gobernabilidad", dejó sentado resueltamente ahora, según las crónicas, tras estas cruciales elecciones Michèle Bachelet, médica cirujana, epidemióloga de la Universidad de Chile, de 62 años, políglota en 6 idiomas, que se casó dos veces -hoy está separada- y tiene tres hijos. Afronta los más difíciles asuntos con una gran serenidad, según la prensa chilena que repercuten agencias, tabletas y twitter de todo el mundo.

Entre sus recuerdos figuran la gran tensión que le produjo haber coincidido en el ascensor de su casa con su torturador de la tristemente famosa Villa Grimaldi, centro de detención de los opositores a Pinochet. También cuentan que en unas inundaciones en Santiago, se encaramó en un tanque para dar instrucciones a los ciudadanos dirigiendo las operaciones de rescate.

Último dato de su historial, esta vez reciente: en su toma de posesión en Valparaiso se repartieron entre los invitados instrucciones para el caso en que se produjera un seísmo de los habituales en la región, algunos de ellos la semana anterior. Los invitados eran entre otros el vicepresidente de los EEUU, Joe Biden, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, las presidentas de Argentina, Cristina Fernández, de Brasil, Dilma Rousseff, el principe Felipe... La naturaleza respetó la ceremonia.

Ya en su primer mandato (2006-2010) se habló del "fenómeno Bachelet", mezcla de carisma y eficiencia. Con su segunda victoria consolida la democracia chilena y la normaliza. Una excelente noticia sin duda.

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