Opinión

El hombre de Atapuerca

Nos cautivó de niños en el cine la película ’Hace un millón de años’ con Victor Mature y Lon Chaney; de jóvenes vimos una nueva versión con la atractiva Rachel Welch vestida sólo con harapos como incitante protagonista y en ambos casos con los lagartos e iguanas agrandadas por los efectos especiales. La trama era simplona pero el título, tan evocador, resultó verdad: ahora acabamos de descubrir que el hombre está sobre la Tierra en efecto hace más de un millón de años, según prueba la paleontología. La ficción, la imaginación y la fantasía se adelantaron al conocimiento científico.


Resulta que el hombre de Cromagnon que todos estudiamos en el bachillerato era groseramente moderno, el verdaderamente antiguo es el hombre de Atapuerca que, en docta opinión de la prestigiosa revista británica ’Nature’ y del investigador español Juan Luis Arsuaga, vivió hace más de un millón de años en la sierra de Burgos. Mala noticia por cierto para el político nacionalista Xabier Arzallus, que me reveló en una ocasión -y la declaración está consignada en un libro de entrevistas- que los vascos descienden del hombre de Cromagnon. ’¿De Cromagnon?’, le pregunté irónicamente extrañado. ’De Cromagnon’, afirmó rotundo como con seguridad científica metido ya como estaba en camisas de once varas. Mala noticia por partida doble para el epígono de Sabino Arana, que sueña con ancestros sin mezcla de razas. Digamos que por partida triple porque Atapuerca está en Burgos, cabeza de la detestada Castilla. En realidad, el hombre de Cromagnon está un poco arrumbado, vuelven las investigaciones sobre el hombre de Neandertal, que concentra otra vez la atención de los estudiosos, según las informaciones recogidas en los periódicos. Dicen estos estudiosos: el llamado hombre de Neandertal es el ancestro del Homo Predecessor que anunciaba ya el Homo Sapiens, es decir, el actual. Reduzcámonos a Europa, que ya es reducirse: el primer europeo data de hace más de 1.200.000 años, lo que hace tambalear -sólo tambalear- la sólida teoría de que procedemos de las tierras calientes de África. En el yacimiento burgalés de Atapuerca, en la Sima del Elefante, se halló en julio pasado un fragmento de quijada humana que viene del fondo de los tiempos. Este hallazgo trascendental tuvo que esperar a ser consignado en la portada y en las páginas de ’Nature’ para resultar aceptado internacionalmente. Es natural, el fósil de la mandíbula humana derrumba teorías y cambia certezas.


El artículo de ’Nature’ está firmado por el propio Juan Luis Arsuaga, del Centro de Investigación de Evolución y Comportamiento Humano, junto con los también científicos Eudald Carbonell, del Institut Català de Paleoecología, José M. Bermúdez de Castro, del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, así como por 27 investigadores más. Para completar el descubrimiento se han encontrado 32 útiles de sílex de la misma época prehistórica. Todo esto viene a demostrar a la postre que formamos una sola raza, la raza humana, que adquirió características y evolucionó a través de los siglos, según los continentes, las poblaciones y las costumbres y que es ocioso darle más vueltas al asunto.



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