Opinión

El invierno ha comenzado hace poco

Estamos dando la vuelta a la página del año: los días han empezado a crecer de nuevo, al menos en esta parte del globo. Luego se alargarán de acuerdo con la estación. Choca esta imperturbable calma de la Naturaleza con los imprevisibles acontecimientos políticos que dependen de la voluntad del hombre. Como la persistencia del fanatismo y la irracionalidad, que avanzan por todas partes en detrimento de la razón. Por ejemplo, en estos últimos días hemos asistido -impotentes, claro- al asesinato en Rawalpindi, cerca de Islamabab, de la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, candidata a unas elecciones que habían de llevarla de nuevo a la presidencia de la nación, magnicidio que sume al país en la inseguridad y en la incertidumbre y que ha sacudido a toda la región como un temblor de tierra. La valiente, resuelta y bella política, frágil sólo en apariencia, dirigente del partido democrático y laico PPP, cayó muerta en un atentado atribuido al movimiento Al Qaeda, perpetrado por un matón que después se suicidó con explosivos arrastrando consigo en su muerte a 12 personas más.


Acostumbrados a ver por televisión los cuerpos despedazados por las bombas en lugares lejanos, parecemos ya insensibles a los actos terroristas, excepto a los de la banda ETA, asimismo irracionales, con la particularidad de que los etarras no se inmolan como los islamistas -qué va, ni mucho menos-, cometen sus atentados a mansalva, sin exponerse. ETA ostenta el triste honor de ser el único grupo terrorista de los 27 países de la Unión Europea, sus asesinatos en tiempos de paz y de libertades son injustificables, ninguna idea vale una sola vida humana. La tranquila y civilizada Europa tiene pues también su lote de fanatismo en el País Vasco.


Pakistán, estado musulmán aliado de EEUU, poseedor del arma nuclear, país bisagra entre Oriente y Occidente, rival regional de la India, se tambalea. La desaparición de su líder carismática Benazir Bhutto, que había regresado hace sólo unos meses tras su exilio, lo deja huérfano de dirigentes, le costará recuperarse después de este golpe fatal. ¿Por qué nos debe interesar Pakistán, tan lejano, en los confines de Occidente? Porque posee la bomba atómica, que puede caer en manos indeseables. Porque su desestabilización puede contaminar a toda la región y pone seriamente en peligro la paz mundial. Porque ahí puede desarrollarse un terrorismo contagioso de consecuencias impredecibles. Y porque supone un parón a la salida democrática tras ocho años de dictadura del general Pervez Musharraf.


La vida de tragedia clásica de la familia de Bhutto parece un trasunto del destino del violento y desgraciado país, su padre murió en la horca en tiempos del dictador Mohamed Zia y sus dos hermanos, asesinados.


Ahora, tras seis décadas de la independencia de Gran Bretaña, Pakistán queda desorientado y a la deriva.


Pakistán se tambalea

Te puede interesar