Con más de cinco años de procés a las espalda y uno de desafío sin contemplaciones es difícil saber si todos los dirigentes independentistas se han contagiado de la astucia con la que prometió actuar el expresidente de la Generalitat Artur Mas o hacen gala de una ingenuidad que les desacredita para mayores empeños. Pretender que el Gobierno de España, en el caso de que Cataluña hubiera logrado la secesión, iba a colaborar con las autoridades de la nueva república catalana para facilitarle todos los datos que necesitaba sobre DNI, tráfico, control de fronteras y de armas para hacerse de forma rápida con las competencias de seguridad que tiene el Estado español y facilitar información en materia de espionaje y abrir las puertas de organismos internacionales policiales y militares era pensar como en los mundos de Yupi. No solo querían un Estado español derrotado y dividido, sino también, como en el refrán, apaleado.
