Opinión

Café y aspirina

Un cliente entra en un bar y pide un café y una aspirina. El camarero responde: “Usted cuando va a la farmacia ¿también pide que le pongan un café?”. Se trata de un chiste viejo –y malo- que refleja una situación que se produce con frecuencia. Hasta los camareros, conscientes de que la aspirina tiene algún efecto secundario, se han pasado al paracetamol, que también ofrecen para aliviar síntomas menores. A unos comensales de un restaurante de la localidad de Torroella de Montgrí, les han cobrado 0,25 céntimos por un comprimido de estos. Un precio razonable para quien tiene dolor de cabeza, pero habría que saber qué motivos han llevado al dueño del local al cobro, y al cliente sobre la proporción en la que bajó la propina.

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