Opinión

Un cubo de pintura

Uno de los momentos más interesantes de la vida política es el que va desde los primeros escarceos de cualquier negociación hasta su final y como los amigos entrañables pasan a abyectos interesados o viceversa según el resultado que se alcance. Estos lances van acompañados de un retorcimiento del lenguaje en el que palabras sinónimas tienen significados completamente dispares según quien las utilice, lo que viene a concretarse en una suerte de ley embudo en virtud de la cual se exige a los demás que se sienten a dialogar “sin condiciones” pero sin estar dispuesto a renunciar a “sus convicciones” de tal forma que quien defiende con más ardor la necesidad de hablar a calzón quitado, y no quiere que se establezcan líneas rojas, lleva a la mesa un cubo de pintura.

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