En unas elecciones todos los votos valen igual. En realidad no es exactamente así, porque hay provincias en las que para sacar un escaño se necesita decenas de miles de votos y en otras con miles es suficiente. Se lleva así más de cuarenta años y cambiar la ley electoral es casi una tarea de titanes y todo es susceptible de empeorar. Pero hay una cuestión no suficientemente reconocida: el voto por correo. Quien opta por necesidad por esta modalidad para votar debiera tener un premio, que su voto valiera voto y medio o al menos voto y cuarto porque realiza un doble esfuerzo, ir a Correos a solicitarlo, pasar la inquietud de si le llegarán las papeletas a tiempo y luego volver a Correos para depositarlo. Cualquiera que haya ejercido el voto por correo sabe que los tiempos de espera son mayores que en el colegio electoral, y quien lo practica se pierde aquello de apuntar al orificio, preparar la introducción, encajarla sin pensar hasta el fondo y consumar el acto. De votar. Gracias La Trinca.
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