Opinión

Aires de renovación en la monarquía española

Escribió Javier Tusell hace años que el mayor reto al que tendrían que enfrentarse los representantes de las monarquías del siglo XXI era a la exposición mediática, ya que nunca como ahora los periodistas y los ciudadanos habían sentido tanto interés por todo lo que hacen o dicen las mujeres que comparten sus vidas con los herederos y futuros reyes. Un interés que se debe a que la mayoría de ellas proceden de la clase media-media alta o a la burguesía europea y no a la rancia aristocracia de antaño. Tal es el caso de Máxima de Holanda, Charlene de Mónaco, Mery de Dinamarca, Matilde de Bélgica, Mette Mari de Noruega y por supuesto Letizia Ortiz de España. Mujeres todas de fuerte personalidad, ligadas al mundo del periodismo, de las finanzas o, en general, a profesiones liberales que tuvieron que abandonar para seguir los dictados de su corazón. Lo que en buena medida demuestra lo mucho que han cambiado los usos y costumbres de los futuros reyes, y explican los aires de cambio y renovación que todos ellos intentan imprimir a unas instituciones centenarias, en las que hasta no hace tanto tiempo contaba más el origen y la pureza de sangre, que sentimientos como el amor, el afecto, o el respeto mutuo.

Siendo ese un problema, es un problema menor si lo comparamos con los grandes retos a los que tendrá que enfrentarse el futuro Felipe VI, desde el minuto uno de su reinado. La mayoría, de corte social y político: Cataluña, Euskadi, el aumento de la pobreza y un desempleo desbocado que vaticina un otoño caliente, debido al desafecto de los ciudadanos por la forma de gobernar de los políticos y por la corrupción que se expande por toda la geografía española y a la que nadie parece saber cómo poner freno, salvo la justicia.

De manera que siendo muchos los desafíos que tiene ante sí Don Felipe de Borbón, es de justicia decir que no son mayores que los que tuvo que solucionar Don Juan Carlos a la muerte de Franco que sorteó con habilidad y mucha mano izquierda, como fue el de conseguir el cambio de una dictadura a una democracia, hoy felizmente consolidada en nuestro país.

Mucho se habla también del mal momento que atraviesa la monarquía, y que se refleja en todas las encuestas que se han hecho en el último año, y que en buena medida se debe a los chanchullos económicos de Urdangarín y la Infanta Cristina, que por suerte no han salpicado a los Príncipes de Asturias. De ahí que de todos los miembros de la Corona sea Don Felipe el que tiene mayor aceptación entre la población, lo que de alguna manera le facilita la ingente labor que tiene por delante si quiere hacer los cambios que los jóvenes le demandan, y que debe llevar a cabo desde el momento mismo en que abandone el Congreso de los Diputados, ya convertido en Rey.

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