Opinión

Cuando los Presupuestos son partidariamente interesados

Gasten lo que puedan, pero guarden los recibos…” (FMI). A expensas de que me tilden de desconfiado, tendencioso, partidista…, no puedo menos que afirmar que si la aprobación de los primeros presupuestos del Gobierno de España con el bloque –no me refiero al BNG- de investidura, donde se aglutinan secesionistas que reniegan del Estado Español, se lleva a término, estamos ante unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) fruto de una economía política y no de una política económica. O, si lo desean más claro y simple: son unos presupuestos ideados para sostener al Gobierno, con Sánchez en Moncloa, no para mejorar la vida del conjunto de los españoles; son los más caros de la democracia y para los intereses de los españoles. 

Los PGE aprobados en el Congreso y que han iniciado su trámite en el Senado y, si Dios no lo remedia, se sacarán adelante, tienen una connotación diferente y diferenciada con respecto a todos los que le precedieron; no hay que ser espabilado para verlo. No sólo porque sean unas cuentas expansivas en tiempos de penuria que, paradójicamente, reconozco que en estas circunstancias lo debieran, a poder ser; es que me corroen serias dudas sobre de dónde se sacarán los ingresos para no engordar más la disparatada deuda que ya constriñe a España. Se hacen, además, tan sospechosamente diferentes, al ser por primera vez del agrado de los que no creen en España como Estado unitario, son rupturistas. Hasta los independentistas, populistas… no disimulan -no van desencaminados-, que sacándolos adelante comiencen a otear su eterno objetivo, como dejó entrever Otegi. ¡Sí!, algo políticamente serio en unas cuentas políticas, aparte de lo que ya llevan conseguido a cuenta gotas, a modo de lluvia fina, como quien jamás ha matado una mosca, allanando el camino con el menor ruido, transmitiendo haber sido víctimas en vez de verdugos. Y el Gobierno aprovecha otras cuentas que, sin ser números, le valida la existencia: la de divide y vencerás; en cualquier caso no se trata de vencer para el interés general.

 Todo indica que son cuentas confeccionadas sobre mesas de despacho y en sedes de partidos, con ínfima negociación parlamentaria. Baste observar las enmiendas aprobadas y rechazadas y a quién, para percatarse del oportunismo político interesado… El BNG presentó 234 enmiendas y el Gobierno no le acepta ninguna; por lo que se convierte en la única formación del bloque de la investidura a la que obvia; ya no le hace falta, ni ahora puede decir el BNG que es decisivo y sí fue un convidado de piedra. Pero es que al PP tampoco se le aceptó enmienda alguna, y lo que es peor: hasta 55 enmiendas fueron vetadas para que no se tramitasen. Con estos comportamientos, aún tiene el Gobierno sanchista la osadía de pedirle el voto a favor de tales cuentas; ¡alertando! de que, de no aprobarlas, el PP se sitúa fuera del constitucionalismo. ¡Ver para creer! En el contexto actual, cuando el consenso entre las grandes formaciones políticas debiera ser una máxima, está convertido en excepción. Y contrastamos cómo el Gobierno hace economía política en vez de política económica, como dice mi idolatrado Neme. ¡Nada!, que no sea que el Gobierno de España tiene, entre ceja y ceja, un solo interés hecho objetivo: aprobar unos presupuestos después de más de dos años con los que salvar el pellejo y, aun más, completar la legislatura. Lo importante es mantenerse en Moncloa a cualquier precio, con una mirada cortoplacista de lo que debe ser la política en tiempos de crisis extremas. Cierto es que el comportamiento de la UE, en esta ocasión, es más dadivoso y providencial, para que los distintos países de la Unión confeccionen cuentas públicas expansivas; los que estén en condiciones de hacerlo. ¿Cree usted que, con lo que vamos a recibir de Europa (140 mil millones), lo tenemos resuelto? Pudiera ser, es un relajante; aunque yo sí que no dormiría tranquilo y por eso acabo como empecé, tras la advertencia de la directora del FMI: “Gasten lo que puedan, pero guarden los recibos”, que es lo mismo que decir que todo lo que se nos da tendrá, lógicamente, que ser devuelto. Claro, ante esa disyuntiva, existe el consuelo de que otro vendrá, no a pagar; sino a hacer que paguen los de siempre; tal como ocurrió en el 2011, cuando Zapatero no logra acabar la legislatura al verse económicamente ahogado, abandona el barco o se va por piernas, convoca elecciones, las gana el PP con Rajoy de presidente y no le quedó otra que tomar medidas económicas duras; que se tomaron y se salió adelante. España se repite…

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