Opinión

Se acaba la estabilidad del Gobierno portugués

Han sido seis años de gobierno estable, seis años en los que Portugal se convirtió en uno de los países más solventes de la Unión Europea y también en objeto de deseo de importantes inversores internacionales. País de moda, atractivo para grandes estrellas de todos los sectores, destino prioritario para centenares de turistas que hasta hace muy poco habían considerado a Portugal el “patito feo” de la Península Ibérica. De Portugal es el actual secretario general de Naciones Unidas y varios de los altos cargos de las instituciones europeas.

El socialista Antonio Costa, a través de un acuerdo con los comunistas y los marxistas-populistas de O Bloco, en 2015 consiguió desbancar al candidato del partido conservador, el PSD, que había ganado las elecciones. No hizo una mala gestión sino todo lo contrario, y al finalizar la legislatura ganó las nuevas elecciones de forma abrumadora, se quedó a muy poco de la mayoría absoluta. Decidió no repetir el pacto con los partidos de izquierda, sino gobernar a través de acuerdos puntuales. Ahí empezaron los problemas.

Los comunistas y O Bloco se sentían permanentemente desplazados, acusaban a Costa de llevarse todo el protagonismo, les inquietaban los acuerdos a los que llegaba con la derecha y se veían cada vez más irrelevantes en la acción de gobierno, dado que la mayoría del partido de gobierno permitía a Antonio Costa actuar con más libertad que en el primer mandato, sin el condicionamiento de la izquierda. El mes pasado, la izquierda recibió un vuelco en las elecciones municipales, en las que perdieron importantes feudos; pero lo que más preocupó a comunistas y Bloco fue que el partido PSD, conservador, se hizo con la alcaldía de Lisboa.

Desde entonces, han amenazado a Costa de no aprobar los presupuestos si no aceptaba determinadas exigencias, y mantuvieron esa posición hasta este pasado miércoles, cuando efectivamente los tumbaron y abocaron a nuevas elecciones, que si efectivamente se convocan se celebrarían en enero.

Costa no se rinde, tiene cartas para jugar. Las primeras, intentar algún tipo de acuerdo con los dos partidos conservadores con más sentido de Estado, el PSD y el CDS, en ningún caso con la derecha populista. De no lograrlo, confía en que las nuevas elecciones le confirmen como jefe de Gobierno: comunistas y Bloco han quedado muy “tocados” con este envite y él tiene muchas posibilidades de volver a ganar. Aunque intentará que no sea necesaria la convocatoria electoral: las urnas las carga el diablo, y tanto el PSD como el CDS cuentan actualmente con líderes potentes y con experiencia de gestión.

La incógnita sobre si habrá o no elecciones se resolverá en muy corto plazo. Pero algo es imbatible: Portugal es hoy un país sólido y con prestigio internacional.

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