Opinión

Putin apuesta por la guerra fría

Justo cuando se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín y el comienzo del fin de la Guerra Fría, el presidente ruso, Vladimir Putin, quizá nostálgico de sus años de oficial del KGB está dispuesto a revivir la estrategia de la tensión con una variada serie de maniobras en distintos frentes que han tenido su punto álgido en la anexión de Crimea y en el apoyo a los prorrusos del este de Ucrania, con ayuda militar incluida, y que son respuesta a las sanciones de los países occidentales a ambas actuaciones que han supuesto una flagrante vulneración de las leyes internacionales.

“El oso ruso no se va a estar quieto”, ha dicho Putin en varias ocasiones para demostrar que su país está dispuesto a recuperar su papel como potencia mundial y a tejer un nuevo manto de alianzas apoyado en su potencia económica y en el que solo faltan nuevos capítulos de la carrera armamentística para que todos los métodos de la antigua URSS estén sobre la mesa, pero todo se andará.

La escalada militar de Rusia se ha podido comprobar en los últimos meses en distintas partes del planeta. Su decisión anunciada esta semana de llevar a cabo misiones de vigilancia aérea desde el Ártico al Golfo de México es decir, a lo largo de toda la Costa Este de Estados Unidos, es una provocación de la que no se pueden esperar sino incidentes que deberán ser manejados con mucha prudencia por todas las partes. Si a eso se suman las violaciones del espacio aéreo de distintos países europeos, especialmente los bálticos pero también de otros países aliados, o el incidente sin aclarar de la presencia de un submarino en las aguas territoriales suecas, más la demostración de fuerza que pretende realizar una flotilla de navíos rusos frente a las costas australianas en el momento en el que tiene lugar la reunión del G-20, se comprueba que Putin vuelve a utilizar el recurso a la amenaza de la fuerza para distraer la atención de los problemas internos y para exacerbar el nacionalismo ruso.

Con sus actuaciones en Ucrania y las continuas amenazas sobre los países fronterizos que se han incorporado a las organizaciones políticas y militares occidentales, el autoritario Putin demuestra que no ha terminado de entender el funcionamiento democrático y que es Rusia la que se está convirtiendo en un problema para la estabilidad mundial, que forja sus alianzas sustentándolas en sus reservas de crudo y gas y que, en cualquier caso, la Unión Euroasiática que pretende no se parecerá en nada a la antigua URSS desparecida bajo los escombros del Muro.

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