Opinión

¿Cuándo se jodió el Perú?

En qué momento se había jodido el Perú?”. Se pregunta Santiago Zavala al inicio de “Conversaciones en la Catedral”, de Mario Vargas Llosa. “El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos”. Seguro que hemos sido ese Zavalita alguna vez y, con los acontecimientos de la última semana, quizás aún más. ¿En qué momento? En muchos, sin duda, y a buen seguro hemos dejado nuestra firma en más de uno, tal vez sin saber el perjuicio que nos estábamos provocando.

Cada vez que nos colamos en un transporte público, burlándonos del resto de viajeros, perjudicamos un servicio imprescindible para muchos. Cuando hacemos trampa para que nuestros hijos vayan al centro de enseñanza que más nos conviene, dejamos sin plaza a otros que tendrán que recorrer más camino con menos medios. Cada vez que cogemos el teléfono para pedir el favor que nos permita saltarnos las listas de espera, en lugar de salir a la calle, dañamos a otros que llevan demasiado tiempo aguardando su turno y colaboramos en el deterioro de una atención sanitaria ya demasiado herida. Cuando presumimos de velocidades prohibidas jugamos a una ruleta rusa en la que cualquiera puede ser la víctima. Cada vez que sonreímos, aunque sea tímidamente, ante comentarios que menoscaban la dignidad de otros, contribuimos a perpetuar comportamientos indeseados y a veces delictivos. Cuando alentamos pequeños gestos de violencia, porque en el contexto en el que se producen siempre se ha hecho así, alimentamos futuros abusos que nos harán llorar.

Cada vez que nos ha parecido gracioso poner a la persona menos indicada como delegada de clase para ver cómo sigue la broma, hemos menoscabado la importancia de elegir bien a nuestros representantes y así hemos creado necios con poder que no tienen ninguna capacidad para defender nuestros intereses, aunque sí los suyos. Cuando hemos acudido puntuales a nuestro puesto de trabajo con la fiebre asomando a los ojos, hemos participado de la rebaja de los derechos laborales que tanto reclamamos y, probablemente, por esa desprotección que busca hacerse más grande, tenemos que fichar aún enfermos. Cada vez que pensamos “algo habrá hecho” cuando escuchamos a una víctima, minamos la presunción de inocencia, base de un sistema judicial que nos da garantías, o debería. Cada vez que nos hacemos dueños de algo que no nos pertenece damos licencia a los demás para hacer lo mismo, pudiendo ser los despojados. Cada vez que replicamos mensajes de odio y mentiras ponemos nuestro grano de arena para construir muros muy feos.

Cuando buscamos burlar las leyes y los impuestos, que a nadie gustan, aflojamos los tornillos de la estructura que sostiene a un país que necesita crecer en la igualdad de oportunidades y en el amparo de los más desfavorecidos. Así que como Zavalita, hagámonos una pregunta: ¿Cómo la estamos jodiendo?

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