Opinión

De nada

Qué pasa cuando no pasa nada? ¿Nos quedamos, sin que lo sepamos, paralizados en una realidad paralela? Esa nada, ¿nos invade a todos al mismo tiempo o cada uno tiene la suya propia? ¿De qué color es?¿Huele, sabe, se puede tocar o se desvanece en el momento de conocerla? Cuando la respuesta a la pregunta: “¿Qué te pasa?”, es: “Nada”, sabemos que, en realidad, sucede un torbellino de sensaciones que no queremos o podemos compartir. Cuando en el amor no pasa nada, entonces es que el aburrimiento, el desamor o la indiferencia están pasando. Cuando en un trabajo no pasa nada es que, o no lo hacemos bien o nos ha agotado hasta el infinito y, entonces, está pasando algo: el desencanto y las ganas de cambio mientras nos apagamos laboralmente.

Cuando en una ciudad se quitan los obstáculos para circular por un casco histórico, no sólo no pasa nada si no que pasa mucho: los vehículos invaden las calles, se mueven a velocidad poco recomendable, cualquier rincón es un aparcamiento, y la zona se vuelve ruina y es abandonada. Cuando en una ciudad se construye, repara o reforman espacios llenos de cemento y se obvian parques verdes de verdad para el ocio más saludable o para proteger de temperaturas elevadas, entonces pasan cosas: se deshumaniza la zona urbana y la habitabilidad se vuelve agresiva para el ser humano. Cuando una ciudad cierra un museo y anula la cultura con falsos argumentos y escandalosas mentiras, ¿no pasa nada? Aunque eso pueda parecer, pasa mucho. Las personas pierden un derecho fundamental, los trabajadores un empleo y, con el tiempo, las consecuencias de esa ausencia brotarán como malas hierbas.

Cuando una ciudad termal abandona su riqueza, la ensucia, la deja derrumbarse también pasan cosas. Pierde su imagen, su valor y una apuesta por el futuro, turístico y económico, que políticos inteligentes o con sentido común sabrían ver, como lo hicieron en otros territorios. Cuando una ciudad se gestiona desde el principio de ensayo y error como si nada pasara, lo que pasa es que se despilfarra dinero público, se pierden servicios, algunos irrecuperables, y no se avanza, que es una manera de que pasen muchas cosas. Cuando los insultos y el menosprecio a una institución democrática se convierten en ofensiva rutina puede parecer que no pasa nada, pero pasa, y pasa algo peligroso: se alimenta un monstruo que nadie sabe hacia dónde dirigirá sus dentelladas.

Así que, ¿existe la nada? ¿O siempre hay algo, incluso en esa calma o en esa especie de adormecimiento que se mueve sin ruido y nos puede arrastrar hacia lugares inhóspitos? Cuando en una ciudad parece que no pasa nada, en realidad pasa todo. Decía el poeta Antonio Porchia: “Cuando me conformo con nada es cuando me conformo de todo”.

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