Opinión

HISTORIAS ENCADENADAS DE ESCALERAS

Hoy ha dejado de llover. El patio luce soleado. Los pequeños balcones están más llenos. Desde mi ventana descubro un fino hilo que ata los unos a las otras, aunque es casi imperceptible. Es un hilo de colores, fuerte y suave, tejido con historias que han querido ser contadas, que han sido creadas para ser descubiertas. El hilo se deshace con cada avance de página y queda suspendido en el aire el tiempo justo para respirar.  Lo atrapan antes de que se desvanezca. Juego a las palabras encadenadas, a las frases imaginadas, y dejo que entre todos cuenten un relato, cualquier relato. La magia de las palabras se suelta y comienza el cuento: 

“En realidad, esta historia tiene varios comienzos. Me cuesta trabajo decidirme por uno, porque todos dan como resultado el comienzo./ En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas… / Mi nombre es Martín Romaña y ésta es la historia de mi crisis positiva. /La primera vez que papá murió todos pensábamos que estaba fingiendo./ Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. /La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. / Durante mucho tiempo, me acosté temprano./ La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. / Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así./ Volví la mirada por las risas, y seguí mirando por las chicas./ Hoy es el principio de su vida, por primera vez, alguien la espera./ Es mentira: la realidad no supera la ficción. Necesitamos la ficción para superar la realidad./ Ahora ya sabe con certeza que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes”. (Nino Haratischwili, Francis Scott Fitzgerald, Bryce Echenique, Manuel Jabois, George Orwell, Leopoldo Alas Clarín, Marcel Proust, Rosa Montero, Miguel Delibes, Emma Cline, Maruja Torres, Nuria Labari y Luis Landero).

Los libros se han abrazado de balcón a balcón de manera hipnótica. Han descubierto vidas secretas, han viajado a mundos infinitos, buceado en épocas desconocidas y creado universos mágicos para hacer vibrar mi patio. La chica del pelo rojo del tercero deja en la silla su volumen con pena. Hay que trabajar. Vivir sin leer es posible, sin duda, pero será un vivir mucho más aburrido. Será un vivir con muchas menos ventanas para comprender el mundo y eso no debe ser bueno. No en estos tiempos.

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