Opinión

Nosotras, otra vez

Advertencia: voy a aburrir, a ser pesada y a escribir de mujeres. Se lo aviso a esas personas que leen cada día, sin cansarse, informaciones sobre hechos de hace una semana y aún así piensan que nosotras siempre estamos con lo mismo. Les informo que hablar de mujeres es hablar del 52 por ciento de la población mundial, es hablar de política, de derechos, de futuro, de pasado, de familia, de trabajo…, lo que viene a ser hablar de la vida y del mundo. Hablo de nosotras porque sobran los motivos, por desgracia en los últimos tiempos, no demasiado halagüeños. Reconozco que tuve momentos en los que hice míos esos pensamientos y caí en la tentación de la autocensura. Cómo no, si hemos crecido en un mundo que ha trabajado duro para hacernos creer ese despectivo y equivocado “cosas de mujeres”, que nunca consideraban importantes y sí superficiales e infantiles, cuando no resultado de una conspiración colectiva para hacer la vida imposible a todos los hombres. Pero no es así y nunca lo ha sido, por muy silenciada que mantuvieran nuestra voz y por mucho empeño que algunos pongan en volver a tenernos calladas. Las palabras importan, y mucho. 

Y por eso hace tiempo que hablamos de violencia machista, porque existe, porque nos mata y nos tortura. Cuando Vox la niega de manera reiterada no caben medias tintas ni justificaciones ridículas. Hay que dar un paso firme al frente y no ser cómplice, mucho menos entregarle en ayuntamientos y comunidades el poder de decidir sobre las políticas que afectan a las mujeres, cueste el sillón que cueste. Cuando se entrevista a un acusado de violación (aún no juzgado) por ser un futbolista millonario (allá cada cual con su ética periodística) al menos hay que tener el decoro de evitar opiniones como “su versión se ajusta más a los hechos”. ¿Cuál es el mensaje para la víctima y las futuras víctimas que quieran denunciar? Por eso ellas nos tienen que oír. Porque cuando dos niños hablan en una red social con desprecio de “sus gatitas” debemos seguir en alerta. Mientras se nos siga juzgando por nuestra ropa, nuestro aspecto o nuestras relaciones y no por nuestra capacidad, debemos seguir siendo muy visibles. Si se sigue permitiendo que ante las clínicas abortistas se manifiesten personas que culpabilizan a las mujeres que ejercen un derecho conquistado, debemos seguir luchando. Porque cuando nos dan una paternal palmada en la espalda e ignoran nuestras aportaciones, debemos seguir opinando. Cuando nos quieran perfectas y santas, debemos reivindicar nuestros deseos y defectos.

Y si buscan llevarnos adonde ya estuvimos, susurrando que ya lo tenemos todo y que seguir reclamando nuestro lugar es cosa de histéricas, deben encontrarnos. Las mujeres no podemos callarnos ahora, aunque estemos más feas, y deberemos saber elegir.

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