Opinión

Octubre de 1972

Octubre se vistió de un negro intenso por primera vez en el año 1972. Después lo haría dos veces más. Fue igual de triste, pero no dejó atrás tantas preguntas y culpabilidad. La primera vez en la que octubre cubrió a todos de un luto incomprensible, los pilló totalmente indefensos, de sorpresa, sin sospechas ni diagnósticos. Ese octubre de 1972 cayó sobre todos una losa que los aplastó, al principio, en la incredulidad, después, en el enfado y, más tarde, en un remordimiento que nunca se fue del todo, a pesar del tiempo y los conocimientos.

Conoció a su abuela a través de las palabras y los ojos de su madre que se la dibujó cada día desde aquel mes, sin esquivar el momento en que eligió irse de madrugada, mientras todos dormían. La silla azul al lado de la ventana se quedó grabada en la memoria familiar para siempre. No se despidió, no dio ningún aviso, no hubo alertas o no se supieron ver. Justo cuando lo peor de su vida parecía haber desaparecido y un futuro de color se abría ante ella, no esperó y saltó. Y las preguntas se desparramaron hirientes sobre los que quedaron al lado de aquella ventana. No hubo respuestas, por más buscadas que fueron. ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿No nos quería? ¿Qué hicimos? ¿Qué no vimos? ¿Cómo lo hubiéramos podido evitar? ¿Cuánto llevaba sufriendo? Y así iban en círculo girando y girando. Y no, no hay vergüenza por muchos murmullos malevolentes que así lo aseguren. Los silencios largos y la mirada baja son el reflejo de la pena que nunca se marcha por no haber podido evitar el doloroso adiós.

Con los años, con muchos años, unos eligen el olvido para poder seguir; otros inventan causas y palabras entresacadas por la necesidad de entender y otros, simplemente asumen que, de una u otra manera, era una persona enferma y que ellos son más víctimas que culpables de esa terrible situación. Aquel octubre de 1972 la palabra suicidio se metió en la habitación de la casa para quedarse, al igual que el amor inmenso hacia aquella mujer de carácter que tanto había dado, quizás demasiado.

Eso fue en un negro 1972 y lamentablemente poco ha cambiado. Siempre son demasiadas las personas que se van dejando tras de sí la desesperación, la culpa, la incertidumbre, el dolor o la depresión que ellas abrazan hasta caer heridas de muerte. Y cada vez son más y de todas las edades. Y esta sociedad ya no se lo debe querer permitir. La salud mental tiene que ser cuestión prioritaria de verdad. No es un invento, ni un cuento de vagos, es cuestión de vida.

Yo recuerdo aquella madrugada y el beso, y sobre todo te recuerdo a tí, abuela, cada día.

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