Opinión

Viejas queridas

Viejas queridas. Cada vez somos más. Crecemos. Por un lado, la esperanza de vida se nos alarga y por otro, se nos  rebaja la edad para entrar en este club que, por mucho que ciertos sectores se empeñen, nada tiene de vergonzante, de marginal o de ignorante. No sé  cuando ni quién decidió que a partir de los 50 años ya se podía levantar una barrera aceptablemente sólida para hacernos ver, sin mucha contemplación, que lo tenemos todo dicho y hecho y que poco podremos seguir aportando. 

Desconozco qué se espera ahora de nosotras, la verdad es que ni me importa, prefiero emplear este cerebro, ya mayor según dicen, para pensar qué espero de mí y de nosotras, que aún es tanto. 

Mis admiradas viejas, incansables luchadoras en épocas tan diferentes, hay en estos momentos demasiada gente muy ruidosa (y poco inteligente ) empeñada en hacernos ver que hemos pasado la vida como Bellas Durmientes, ajenas al mundo y sus avances. Con una falsa compasión o con una verdadera agresividad, nos gritan para que nos situemos en una retaguardia, en la que nunca hemos estado, y pensemos que ya no servimos. Al mismo tiempo, se espera de nosotras disponibilidad para sacarnos a pasear por salones de memoria, cuando así convenga.

Y nosotras no somos esas en las que nos quieren convertir, porque nunca lo hemos sido. Sumamos años al mismo tiempo que experiencia, conocimiento, reflexión, fuerza, capacidad , curiosidad y ganas de pelear. Aunque no lo quieran ver y prefieran tirar esa riqueza al vertedero más próximo. Creen descubrirnos un mundo que nosotras hemos contribuido a crear, con sus aciertos y sus garrafales errores. 

Nosotras, estas viejas a las que miran con cierto desdén, entramos en las Universidades, en las casas  y en el mercado laboral, dando codazos para intentar conseguir una igualdad plena, buscando  la experiencia de las anteriores, para aprender de ellas, y el impulso de las que vienen, para continuar. En ello seguimos, no nos damos por vencidas. 

Salimos a la calle para exigir el derecho de cualquiera a vivir como mejor le pareciera, mientras bebíamos la vida a grandes sorbos, porque también abrimos los espacios de pura diversión que nos eran vetados.

Nosotras, viejas locas, nos agarramos fuertemente a las manos de las que nos precedieron, en un camino de mucha más dificultad, para seguir peleando porque se nos vea y se nos escuche, intentando no dejar a nadie atrás. Entendimos que para llegar antes a la meta y no retroceder nunca al punto de partida, era imprescindible coger el relevo de las que habían vivido más tiempo. 

Pero ahora nos quieren quietas y apartadas, por si nuestras voces descubren engaños y desvelan que poco hay nuevo. No será así. Aún pelearemos miles de batallas y, alguna más ganaremos, aunque nos hagamos más viejas.

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