Un temporal sin precedentes

TRIBUNA

Publicado: 03 dic 2025 - 08:28

Puente Viejo durante el temporal. Vida gallega nº 12.
Puente Viejo durante el temporal. Vida gallega nº 12.

De cuando en vez, ciertamente… nos amenaza. Nos recuerda que está ahí. Viva. La naturaleza, nunca dejó de enviar mensajes. En la memoria de las gentes, encontramos, por lo general, casi siempre precedentes, de sus llamadas de atención. Pero lo sucedido en la navidad de 1909, superaba, con creces, cualquier otro registro histórico.

El temporal de aguas que, con tanta tenacidad, se venía dando, desde hacía dos meses, en concreto desde el 25 de octubre, se recrudecía con violencia, entre los días 20 y 26 de diciembre. Lo hizo hasta tal punto que aumentó, de forma inquietante, el caudal del Loña, del Barbaña y del Miño. Llegó a ser alarmante. El nivel que alcanzó, en especial, el principal río de la ciudad, hizo peligrar la estructura del Puente Viejo -principal arteria terrestre de Vigo con el interior del Estado-. Dos días antes de Nochebuena había rebasado la marca de la inundación que se había producido en 1868. Y las crestas de las olas comenzaban a amenazar la línea negra marcada en 1848, que señalaba la mayor subida histórica de la que se tenía recuerdo en siglos. El nivel del río, en la mañana del miércoles 22 había subido más de 15 metros; lo que era una barbaridad si se tiene en cuenta la amplitud del cauce. Y, a las nueve de la noche, las aguas rebasaban la mayor avenida de la que se poseía conocimiento. Alcanzaba los 17 metros sobre el nivel ordinario.

Campo de los Remedios. Vida gallega nº 12.
Campo de los Remedios. Vida gallega nº 12.

En Galicia, la intranquilidad fue general. Llovió torrencialmente. Puso en alerta a los ciudadanos. Los ríos crecieron de tal manera que las aguas invadieron las márgenes y se llevaron todo lo que encontraban a su paso. El temporal, en sí, causó pavor. La desolación corría tanto, en las riberas -se destrozaban campos sembrados y se anegaban casas-, como en los puertos -en A Coruña, las embarcaciones chocaban con otras para deshacerse en los muelles, o, la trainera Joaquina, a pesar de que los tripulantes santanderinos se habían salvado, había quedado destrozada-, como incluso, en las cumbres, por el peligro que podían ocasionar los derrumbamientos.

Con todo, si hubo una provincia, en donde se dejó ver el efecto más devastador, esa fue Ourense. El viento arrancó árboles, derribó muros y chimeneas. Los daños causados habían sido incalculables. El Miño había invadido, por completo el Campo de los Remedios, amenazando aislar la fábrica de la empresa del alumbrado y penetrando por la entrada Norte en la capilla de la Virgen, alcanzando un metro de altura. Las aguas arrastraban cadáveres de animales domésticos, muebles, árboles, y aperos de labranza, causando un sinfín de destrozos.

Temes reparte ayudas entre la víctimas. Vida gallega nº 27.
Temes reparte ayudas entre la víctimas. Vida gallega nº 27.

El gobernador civil interino, Ramos Campo, se vio desbordado por el número de incidencias que recibía. Las comunicaciones, durante días estuvieron interrumpidas. Los trenes dejaron de circular. En Xinzo, se había elevado de tal modo el nivel de la Laguna que el agua anegaba los bajos de las casas; el Támega, se desbordó; y, el Bibey, en Trives, se había llevado por delante el puente…

Vista general de Las Ermitas sacada de La Nación 28-08-1927.
Vista general de Las Ermitas sacada de La Nación 28-08-1927.

Aun así, la mayor tragedia, ocurría en Las Ermitas. En este pueblo, a poco más de tres kilómetros de Viana do Bolo, existía un famoso Santuario -a él acudían millares de romeros, el primer domingo de octubre-, en el que se profesaba devoción a la Virgen del Rosario. El vecindario de este lugar era castigado en vísperas de Navidad por la catástrofe. Por efecto de las intensas lluvias, el terreno de la denominada colina Resurrección reblandeció y, de ella, se desprendieron peñascos que, con gran violencia, se precipitaron contra las casas del pueblo, situado en la base de la montaña. Aquella mole de terreno de 300 m. de longitud, 60 de ancho y 4 de espesor había destruido 21 casas. El deslave, perjudicaba, además, la estructura de otras edificaciones; mismo, la casa-administración del Santuario. Era una hecatombe. Ofrecía la estampa de un campo de batalla. La catástrofe generaba 26 muertos y, muchos, desaparecidos. De inmediato, las autoridades se habían visto obligadas a adoptar precauciones sanitarias para prevenir el riesgo de epidemias.

Vista general de Las Ermitas después de la catástrofe. Vida gallega nº 14.
Vista general de Las Ermitas después de la catástrofe. Vida gallega nº 14.

Una semana más tarde llegaban al lugar del siniestro dos ingenieros, Díaz Sanjurjo y José de la Peña, con objeto de evaluar los daños y, asegurar la estabilidad de las viviendas. Calculaban los daños en 750000 pesetas. Muchos pensaron que los 200 obreros, que se encargaron de retirar los 30000 metros cúbicos de escombros, habían llegado tarde. Todavía, dos semanas más tarde, seguían encontrándose, cadáveres. La vecindad estaba indignada. Censuraba -como aún suele ocurrir en este tipo de situaciones-, a las autoridades públicas por no haber acudido a tiempo ni con recursos materiales ni con personal técnico. Lo terrible era que, en un pueblo de 500 vecinos, había más de cien personas que se hallaban en la situación más aflictiva y, con la horrorosa perspectiva de la miseria inminente. Ni la solidaridad que acudió, como siempre, al remedio de la necesidad - Isidoro Temes en representación de la “Comisión pro-víctimas de la provincia de Ourense” de Buenos Aires, le entregaba los supervivientes, 5.237,97 pesetas-, pudo aliviar el dolor de los damnificados.

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