Opinión

Mejor no jugar con fuego

Mi admirado X. A. Pérez-Lema publicó recientemente un artículo en el que reflexionaba, en mi opinión acertadamente, sobre la excesiva presión que sufren los principales destinos turísticos de nuestra comunidad. Sin embargo, vi mayor réplica cuando, como solución, proponía la implantación de una tasa turística que sobrecargue el coste de las pernoctaciones a los turistas.

En primer lugar, porque las iniciativas intervencionistas en cualquier sector económico son muy peligrosas. En este caso, en el turismo, que es la industria que más riqueza aporta a la economía española siendo, siempre, el principal motor de recuperación económica tras cualquier crisis. De todo lo que creció la economía en España en 2022, el 61% se lo debemos al turismo. Por ello, convendría ser extremadamente cuidadosos cuando tengamos la ocurrencia de hacer algo tan arriesgado que afecte negativamente a este sector. ¿Nos parecería bien que hubiera un 20% menos de turistas? Bien, pero ¿qué supondría esto para la economía del conjunto del Estado? Mejor no jugar con fuego.

En segundo lugar, porque no se explica, y nadie lo va a saber nunca, el destino cierto de esa tasa que pretendemos imponer. Si no, que se lo digan a Monika Hohlmeier, que concluyó, tras su reciente visita a España para conocer con detalle el destino real de los fondos europeos, que los sistemas de control que tenemos le impidieron rastrear su destino de forma transparente y eficaz. Pongan la tasa en manos de un burócrata trilero y pronto desistirán de conocer el itinerario final del euro que queremos cobrar a los guiris que nos visitan. ¿Conservar y mejorar las infraestructuras de los ayuntamientos que lo recauden? Vale. Pero entonces, estaremos haciendo más atractiva y sugerente nuestra oferta turística… ¿Acabaría eso con la masificación? ¿No animaría a más turistas a visitarnos?

A nadie le agrada encontrarse esa playa antes desierta, maravillosa, ahora inundada de sombrillas, altavoces, coches, merenderos y gritos. Claro que no. Pero es la consecuencia de tener un país con 8.000 kilómetros de costa, buen tiempo y buenas tapas, además de una estructura económica carente de un tejido industrial que permita olvidarse de la marabunta en chanclas.

Mejor sería no pervertir los pocos espacios hoy todavía al margen de la presión turística. Limitando nuevos desarrollos urbanísticos, pero dando a los propietarios actuales facilidades para explotar turísticamente su patrimonio, con facilidades para mantener, restaurar, vender y alquilar sus casas. Sin que nuestro entorno altere su esencia y encanto natural. Creo que la tasa responde, más bien, a la recurrente tentación intervencionista y recaudatoria de nuestra clase política. 

Que disfruten con salud de lo votado.

Te puede interesar