Opinión

Hasta de respirar nos quitan

Siempre he pensado que entre las tres medidas principales que las autoridades sanitarias recomiendan para no contagiarse del virus, a saber, uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento social, la primera de ellas me resulta la más inconsistente. Si se practican las dos primeras, la mascarilla puede ser una barrera más, pero prescindible en muchas situaciones. Si estoy paseando, haciendo deporte o sentado al aire libre, con la debida distancia de seguridad ¿a quién demonios puedo contagiar? ¿con qué probabilidad?.

Acabo de leer que España, a golpe de una nueva Ley, va a endurecer la utilización de la mascarilla al aire libre, haya o no distancia social y en cualquier situación. Sin pretender animar a nadie a la insumisión, si quisiera hacer algunas reflexiones al respecto.

Llevamos más de un año sometidos, en responsabilidad, a unas condiciones de vida a las que no estábamos acostumbrados ni lo estaremos nunca. Hemos aceptado con compromiso ciudadano un confinamiento extremo inédito. Hemos visto como nuestro medio de vida, el de nuestras familias y el de nuestros vecinos se han ido al garete, muchas, demasiadas veces, sin solución de continuidad. No pudimos acompañar en el sepelio a nuestros seres más queridos y vemos crecer de manera alarmante las colas del hambre. Se nos han restringido las libertades más elementales y hemos sido sancionados y multados cuando incumplimos las limitaciones que nos fueron impuestas. Aceptamos que se nos echen encima todas las culpas mientras que los políticos no asumen ni la primera.

El proponer ahora que si voy por el monte solo, o estoy en la playa, o donde sea, sin nadie a más de diez metros y tengo que obligarme a llevar bozal, me parece una bobería que hay que sumar a tantas boberías a las que últimamente estamos sometidos.

Cierto es que la principal vía de transmisión del virus es la aérea. Pero es igualmente cierto que el contagio se produce con mucha más virulencia y en proporciones infinitas en espacios cerrados. Por ello, esta nueva normativa vuelve a pinchar por absurda. No quieren darnos un respiro, está claro, aunque estén cagándola claramente.

Los expertos neumólogos y dermatólogos recomiendan hacer pausas de diez minutos cada hora o incluso cada cuarenta y cinco minutos de uso de la mascarilla. Aunque no cierren el paso del aire, no lo garantizan en su totalidad y provocan que respiremos más CO2 del habitual. Aumenta la sensación de ahogo cuando se hace esfuerzo físico, acentúa la ansiedad y origina un buen número de afecciones cutáneas. Pero sobre todo, es insoportablemente incómoda, por lo que es totalmente procedente que nos rebelemos ante esta rueda de molino con la que pretenden hacernos comulgar. Creo que nos merecemos un poco de aire.

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