Opinión

Error informático

El PP está empeñado en que el error de su diputado que votó lo que no tenía que votar fue un error informático.

Lo de “error informático” resulta curioso. Yo que llevo en internet desde que existe no lo entiendo. Entiendo que no funcione el sistema, como podía no funcionar el teléfono hace años o la luz en tu casa porque Fenosa te la había cortado. Pero si le das al no en lugar de al sí en el teclado, es que te has equivocado tú.

Eso de error informático me suena a una canción preciosa de la película “Gilda”. Aquella escena, prohibida por la censura del franquismo en la que Rita Hayworth se quita el guante bailando y cantando “Put the blame on Mame, boy”. O sea “Échale la culpa a Mame, chico”. Escena y canción que dio origen a una preciosa novela corta de Pier Paolo Pasolini que se titula “Amado mío”.

Si recuerdan la canción, recordarán también que hay que echarle la culpa de todo a Mame porque eso es lo que dice la letra. Incluso la culpa del terremoto de San Francisco de 1906 la tuvo Mame. La culpa siempre la tiene Mame.

Pues el PP es igual, la culpa siempre la tiene Pedro Sánchez. Da igual si se trata de la pandemia, del tiempo, de los pobres ganaderos de macrogranjas, de los sueldos de los funcionarios o de la situación de los autónomos. El caso es que la culpa siempre la tiene Mame.

A Pablo Casado solo le falta ponerse un vestido cortado al bies. En la época de Rita Hayworth aun no había lycra y por eso su vestido tan bonito se hacía así, al bies, para que le quedara bien ceñido y elástico, y después poder quitarse el guante en plan sexy mientras bailaba y cantaba “Put the blame on Mame, boy”.

Pero Pablo Casado no es Rita Hayworth. Yo prefiero a Rita Hayworth, no hay color. No creo que Pablo Casado baile tan bien como ella.

Rita Hayworth acabó viviendo en Londres muy alcoholizada, sola. Y las últimas fotos de ella son las de una señora hecha polvo, con las bolsas de la compra en las manos volviendo pesadamente por la calle hacia su casa.

Un día un amigo suyo le pidió que fuera a una presentación de no sé qué, una ONG de ayuda a niños con cáncer o algo así, porque eso le daría publicidad a la ONG. Ella accedió. Se puso guapa, lo guapa que podía ponerse entonces. Hacía diez años que no aparecía en público así que aquello fue importante y asistieron muchos medios para verla.

En la rueda de prensa un periodista jovencito e impertinente le preguntó: “Señora Hayworth, ¿que siente usted al levantarse por las mañanas, mirarse al espejo y pensar que un día fue la mujer más hermosa del mundo?” (ya hace falta ser idiota para hacer una pregunta así).

Y ella contestó: “Nunca me levanto por las mañanas”.

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