Opinión

Lanzamiento de perro

Un tipo de Carballiño, lo llamo tipo por llamarlo algo, se llevó su perro en el coche a un viaducto de la AG-53, con nocturnidad y alevosía ya que lo hizo por la noche, aparcó en el arcén, sacó al perro y lo arrojó al vacío desde cien metros de altura. Milagrosamente el perro sobrevivió, o tal vez resucitó ya que el suceso se produjo en Jueves Santo. Ya saben, como decía Berlanga: Los Jueves, Milagro. Quizá Dios quiso hacer un poco de justicia poética ahí. ¿Quién sabe? Los designios del Supremo Hacedor son inescrutables e ininteligibles para nosotros.

Lamentablemente y para su propia vergüenza y oprobio el propietario del perro también sobrevivió. Dejaré a un lado la posibilidad de que el dueño estuviera loco como una chota ya que las circunstancias, de noche, a oscuras, cuando nadie lo veía o eso creía él, me inducen a pensar que el tipo estaba perfectamente en sus cabales. Unos cabales eso sí, muy raros.

El caso es que contra todo pronóstico lo grabó una cámara de seguridad y gracias a eso lo han detenido.

En un alarde de surrealismo el perro, que cayó desde cien metros de altura sobre un árbol y de ahí al río, solo se rompió una pata y la Guardia Civil logró localizarlo herido pero vivo un par de días después. Al dueño la Guardia Civil también lo localizó en su caso igualmente vivo, pero sinceramente yo creo que ese hombre ya estaba herido de muerte antes, en su alma y en su corazón. Herido de muerte sin remedio.

Si quería deshacerse del perro ¿por qué no se lo regaló a un vecino, a un pariente o a un amigo? ¿Por qué no lo dejó en una protectora de animales? Es más ¿por qué sencillamente no lo abandonó en el monte, o en una gasolinera, o en una lejana carretera perdida?

Supongo que todos se acuerdan de aquella famosa campaña publicitaria de los años ochenta contra el abandono de mascotas que se titulaba “Él nunca lo haría”. Vista esta noticia con calma y algo de difícil sangre fría y comparándola, hasta la idea de abandonar a un perro a su suerte en cualquier sitio resulta un acto que casi parece rozar lo bondadoso.

No. No es bondadoso, claro que no.

Pero voy más allá, ¿por qué no le pegó un tiro? ¿Recuerdan ustedes la fabulosa película “Danzad, danzad, malditos” de Sidney Pollack protagonizada por una jovencísima Jane Fonda? La peli, muy premiada, está basada en la novela de Horace McCoy “También matan a los caballos”, que alude a la costumbre de sacrificar a un caballo herido que ya no podrá volver a caminar ni a correr nunca. Normalmente era el propietario del caballo el que se encargaba de hacerlo. Una especie de terrible eutanasia por amor y compasión.

Ese tipo de Carballiño no tiene nada que ver con eso. En realidad solo es un asesino sin conciencia. Y nada más. Apenas nada más.

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