Opinión

Un maestro

Conocí a Jerónimo de Vicente siendo yo un chaval, un adolescente. Me dio clases de dibujo y pintura durante un año en su casa de la avenida de Buenos Aires de Ourense. En aquel estudio que tenía en un altillo encima de la vivienda familiar al que él subía ágilmente como un duende o un gato por unas diminutas escalerillas de madera interiores.

Yo entonces quería ser pintor, aunque en realidad si he de ser sincero y viéndolo ahora con perspectiva no sabía lo que quería ser. Él fue siempre un maestro bondadoso, generoso, inteligente y gentil. Sabio. Me enseñó a dibujar y a pintar mejor aunque nunca fui muy bueno en eso, pero sobre todo me enseñó a dejarme llevar por mí mismo sobre el papel o sobre el lienzo, porque según él lo importante era pintar con el corazón. Así pintaba él. Si yo tiempo después me gané la vida bastante decentemente como ilustrador durante unos años en Madrid y en otros sitios fue gracias a su magisterio.

En aquel año compartí alguna vez las clases de Jerónimo con algunos otros chavales con aspiraciones artísticas como yo. Como por ejemplo mi querido Manolo Figueras que ya era un artista fabuloso entonces, yo no y nunca llegaría a serlo.

Las clases eran individuales. Una clase un par de horas o así, por las tardes. Un día Jerónimo me preguntó si querría posar para un cuadro suyo. Por supuesto le dije que estaría encantado. Así que durante un tiempo una hora la dedicaba a mí como profesor, y la otra se la dedicaba yo a él como modelo. Aquel cuadro lo compartí con otro alumno de Jerónimo al que nunca conocí en persona porque nunca coincidimos, solo a través del cuadro. Pensándolo ahora aquello casi parece mágico. Cada día después del posado yo veía el avance del cuadro y a mi desconocido compañero que iba apareciendo en la imagen, pintado junto a mí. Y he de suponer que al otro le pasaba lo mismo y sentía la misma fascinación que yo por aquello.

El cuadro se titulaba más o menos “Cástor y Pólux ante las Murallas de Allariz” o algo así. Aquel Allariz que Jerónimo de Vicente adoraba y pintaba con pasión mezclándolo con mitos y sueños grecolatinos. Nunca vi el cuadro acabado. Solo recuerdo que o bien Cástor o Pólux, o bien el otro o yo, uno estaba sentado y el otro de pie al lado, pero ya no sé si yo era uno o el otro. Y detrás... Allariz. Me encantaría volver a ver ese cuadro. ¡Jo!

La idea, tan ourensana, de Jerónimo de Vicente como belenista no le hace justicia aunque seguro que a él le gustaría, era muy bueno y agradecido en eso y en todo. Vi muchos de sus belenes, espectaculares, pero el Belén era una vez al año, y él fue un maestro, un pintor y un artista fabuloso todos los días de su vida.

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