Opinión

Babel económica y financiera

En el capítulo IX del Libro del Génesis se narra la construcción de una torre de dimensiones -nunca mejor dicho- bíblicas con la que hombres de una civilización que conocía una época de gran prosperidad y sabiduría pretendieron alcanzar con sus manos el Cielo y desafiar, con tamaña gesta, la morada imaginaria de Dios. Cuenta el Antiguo Testamento que Yahveh castigó la osadía. Para lo cual recurrió a confundir deliberadamente su lenguaje, con la intención de que dejaran de entenderse unos con otros, cejaran en su empeño y terminaran por dispersarse.

También se alude a la Torre de Babel, como así es conocida, en el Libro de los Hechos. Y en el del Apocalipsis. Con todo, su dimensión trasciende la del relato bíblico. Y supera la de su fastuoso (e hipotético) valor arqueológico y arquitectónico, que algún entusiasta de los zigurats localiza en Babilonia; en lo que entonces era la floreciente Mesopotamia y hoy es el deprimido Iraq. Babel es un símbolo de la confusión que invade al hombre cuando no puede comunicarse con sus semejantes. O cuando, simplemente, se enfrenta al caos.

Hoy Babel está en Bruselas, Estrasburgo, Fráncfort y Luxemburgo. Precisamente allí donde radican las sedes de las principales instituciones comunitarias y de la eurozona. Donde la osadía europea de la burocracia y el bienestar ha construido ostentosos zigurats políticos, económicos, financieros y mediáticos. Y donde se reúne y toma decisiones una élite que parece haber dejado de entenderse, so pena de dispersión de sus representados y del colapso de un Estado de Bienestar que creíamos único en el mundo. Ahora sabemos que no estaba firmemente asentado en ladrillo y mortero, sino en piedra y argamasa. Lo que explican muchas de sus grietas, especialmente allí donde quizá pretendimos elevarlo demasiado deprisa y adoptamos prerrogativas de triple A. Volviendo al relato bíblico, contiene una lección: aquella civilización próspera y sabia, que resultaría decisiva para el desarrollo de las poblaciones del cercano Oriente, yace hoy sumida en un sinfín de disputas bélicas, religiosas y territoriales.

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