Opinión

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

Cuenta una de las múltiples versiones de una conocida parábola hindú que, acompañado de su cortejo, llegó un día un rey a una ciudad en la que, sin haber llegado a conocerlos, seis hombres ciegos discutían sobre la forma y aspecto de los elefantes. En ausencia de acuerdo entre ellos, aquel monarca se ofreció a acercarles uno de los paquidermos de su comitiva, con ánimo de que pudieran examinarlo con todos los sentidos a su alcance, y compartir después experiencias. Así, los dispuso alrededor del animal para que, durante un tiempo, alargaran sus brazos y lo palparan, como efectivamente hicieron.


Una vez examinado se volvieron a reunir y, por orden, fueron apuntando sus observaciones, y concluyendo a partir de cada vivencia respectiva. Para el situado frente a la trompa resultó ser una serpiente. El más próximo a uno de los colmillos dedujo que portaba lanzas largas y afiladas. Y que usaba un enorme abanico el tercero, tras tocar, por casualidad, una oreja. El cuarto, que había pasado buena parte del tiempo abrazado a una pata, se mostraba convencido de haberse apoyado en algún tipo de árbol. Y de haber agarrado una soga el que tuvo ocasión de sostener su cola. Por último, tenemos la interpretación del sexto ciego, para el que un elefante no era sino un muro de argamasa, alto, rugoso y macizo. En definitiva, cada uno estaba en lo cierto. Pero todos, en conjunto, profundamente equivocados.


Conclusión similar se extrae, tras su paso anual por el hemiciclo del Congreso, del Debate sobre el estado de la Nación. Al tradicional repaso a la contabilidad nacional se suma la formulación de medidas de pacto y consenso limitadas, y de compromisos -por experiencia- de cuestionada credibilidad; o el anuncio de una batería de iniciativas aisladas en lo económico y escasas en lo social, que sólo sobrevuelan el desempleo, el empobrecimiento y la creciente desigualdad. Y, lo que es peor, por completo ajenas a la regeneración, en el sentido más profundo y amplio, que el país demanda en materias que, de manera lastimosa, se ven sometidas a debate permanente como la educación, el empleo, la cohesión política, la vertebración territorial o la presencia y percepción española en el exterior, entre otros. Como en la parábola, a uno le anega la sensación de haber asistido a un debate entre ciegos que apenas conocen al elefante.

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