Opinión

DESCONTROL (POLÍTICO, ECONÓMICO Y FINANCIERO)

Se me ocurren multitud de imágenes que podrían retratar el sombrío pasaje político, económico y financiero que atravesamos. Pero pocas tan expresivas de la parálisis que atenaza a un país como el nuestro, incapaz de levantar el vuelo, como las provocadas por el descontrol aéreo que ha motivado el Estado de Alarma que el Gobierno acaba de prorrogar.


Tres años después del forzado aterrizaje inmobiliario, la nave económica española continúa acusando con severidad sus consecuencias. Y dando alas al riesgo de precisar un rescate, como buena parte de la prensa anglosajona y germana proyectan casi a diario en el exterior. Cuando menos, no se vislumbra una posibilidad clara y meridiana de abandonar a corto plazo el hangar de reparación que, a ojos de los inversores, comparte España con Grecia, Irlanda y Portugal. A lo que no ayudan los excesos cometidos por el pasaje antes tomar tierra, en buena medida pendientes de purgar. Ni la escasa pericia que el piloto y su tripulación están demostrando desde entonces, a la hora de planear sobre las dificultades. Todo lo cual termina por manifestarse en la desconfianza internacional hacia el equipo encargado de certificar la puesta a punto de los dos grandes motores que debieran facilitar la primera señal de partida hacia la recuperación: bancos y cajas. Si el primero concentra el grueso de las apuestas bajistas que se ciernen sobre la bolsa española, frente al segundo emerge la expectativa de lo que pueda suceder tan pronto asome la necesidad de soltar lastre. Y de reconocer, en ambos casos, más pérdidas de las esperadas. En general, cunde la incertidumbre de quien los advierte permanentemente en llamas, no obstante lo favorable de los resultados de las pruebas de resistencia, a las que el desastre bancario irlandés ha restado credibilidad.


Agotado el combustible que en su momento inyectaron los estrés test en el ánimo con que se emprendió la reforma financiera en España, asoman otras grietas del fuselaje nacional: en materia laboral, fiscal, de pensiones, de sanidad, de educación y, quizá, de ordenación territorial. Grietas para cuya soldadura no basta con la privatización parcial de Loterías del Estado. Como si reducir el déficit, apostar por la competitividad y levantar definitivamente el vuelo fuera sólo cuestión de suerte.

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