Opinión

El despertar de un sueño

El sueño es una cosa, y la vigilia otra bien distinta. El primero resulta casi siempre extraño, hasta cierto punto absurdo y, para muchos, irrelevante. Sus episodios se resumen en fantasías gratuitas, e independientes, por lo general, de nuestra voluntad. La segunda es nuestra vida real. Con todo, también es cierto que podemos soñar despiertos y estar dormidos durante la vigilia cotidiana. Es más, asegura quien lo ha estudiado que los soñadores más experimentados pueden llegar a controlar sus sueños a voluntad, sin grandes dificultades. Que pueden, de algún modo, dirigirlos con habilidad y llevar a cabo sus deseos, siquiera en ese plano: cambiar de lugar, visitar sitios conocidos o imaginarios, volar, cambiar de forma, alterar el desarrollo de los acontecimientos en beneficio propio o cualquier otra ocurrencia. Los sueños lúcidos, como así se les denomina, son notables por perdurar en la memoria. Y se caracterizan por el hecho de que, aún dormidos, sus protagonistas son conscientes de estar soñando.

Para algo más de 11 millones de funcionarios y pensionistas la vigilia económica comienza ahora. Lo que, junto a los más de 4 millones de desempleados, totaliza alrededor de un tercio de la población española. Con familiares y amigos entre los dos tercios restantes, que también sienten y padecen el rigor de una crisis -ya se venía advirtiendo- diferente de las demás. Al menos para un país como el nuestro, que nunca había aglutinado -a la vez- tal volumen de deuda pública y privada.

Es cierto que se vislumbran los primeros brotes verdes. Y también que España ha salido oficialmente de la recesión, como primero avanzó el Banco de España y esta semana ha certificado el Instituto Nacional de Estadística. Pero eso no implica haber abandonado la crisis. Ni mucho menos haber superado el riesgo de depresión económica a cuyas puertas nos encontramos. Como bien sabe Barack Obama, que contactó al presidente del Gobierno para interesarse por la salud del Rey. Y para preguntar, de paso, por la deuda y el déficit. Para despertarle, en definitiva, de su sueño económico y social, y “animarle” -se presupone- a tomar decisiones que eviten para todos el riesgo sistémico que un país de nuestro tamaño e influencia entraña. Asumiendo en primera persona un ajuste sin precedentes el presidente ha despertado de su sueño. Su coraje político comienza ahora.

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