Opinión

Emigración y desempleo

A mediados de los noventa, después de haber albergado una Capitalidad Europea de la Cultura (Madrid), una Exposición Universal (Sevilla) y unos Juegos Olímpicos para la historia (Barcelona), España sorprendía al mundo con una tasa de paro del 24,5 por ciento de su población activa, con una tasa de actividad que apenas superaba entonces el 50 por ciento. Lo que quiere decir que únicamente declaraban disposición para trabajar cinco de cada diez con la edad legal para hacerlo, y que uno de ellos ni siquiera encontraba empleo. Sólo la red social de asistencia articulada en torno a la microsolidaridad familiar y de parentela explicaba -en ese escenario- la práctica ausencia de tensiones sociales, al completar las herramientas de un incipiente Estado de Bienestar a la europea, y amortiguar muchas de las carencias públicas en lo relativo a políticas económicas y sociales.

Precisamente en aras de la paz social, alcanzar el pleno empleo es una de las obsesiones más recurrentes entre los gobernantes de medio mundo. Y no poder disfrutarlo una de las primeras preocupaciones de la ciudadanía. Como un mes tras otro, para el caso de España, corroboran las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). No en vano, un país con elevadas tasas de desempleo es un país que ha renunciado a la gestión del mejor de sus recursos: el capital humano. Y un país obligado a asumir un fracaso colectivo de interpretación generalmente sectorial (con sectores especialmente afectados) y territorial (con regiones especialmente sensibles al fenómeno). Pero también étnica: con el dato relativo a marzo, el número total de desempleados se ha situado en 4.166.613 en nuestro país. De los que 616.320 tienen procedencia extranjera, ya sea comunitaria o extracomunitaria.

Mientras los parados de origen español se han incrementado en un 85 por ciento desde diciembre de 2007, los de origen extranjero lo ha hecho en un 191 por ciento; multiplicando por cerca de tres el contingente existente en aquella fecha. Lo que supone un reto adicional para un país como el nuestro, sin experiencia alguna en la gestión de quien vino buscando la prosperidad propia y para los suyos, y hoy carece de trabajo.

Te puede interesar