Opinión

LA (ILUSORIA) ESTABILIZACIÓN DEL AHORRO

Junto a los ya habituales de hacer deporte, dejar de fumar o aprender inglés, ahorrar es, cada inicio de año, uno de los propósitos más recurrentes entre los españoles: siete de cada diez así lo admiten y tres de cada diez confiesan su disposición a hacerlo. Con todo, es también uno de los que cosecha menor éxito: conforme se recrudece la crisis, ahorramos menos y en menor proporción.


De acuerdo con el último dato publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de ahorro de los hogares e instituciones privadas sin fines de lucro de nuestro país se ha visto reducida hasta el 10,9 por ciento de su renta disponible como consecuencia -así lo advierte la nota de prensa- del mayor consumo de las familias. La cota, algo más de dos puntos inferior a la observada hace ahora un año, regresa a la media del período de prosperidad previo a la crisis (11,3 por ciento entre 2000 y 2007). Y se aproxima a la mitad de la registrada en 2009, coincidiendo con el punto álgido del desplome de la actividad y el empleo: alcanzó, entonces, el 18 por ciento, logrando adelantar a países tradicionalmente ahorradores como Alemania y Bélgica. Los más optimistas apuntan a la estabilización de uno de los termómetros de la salud económica del país; apreciación que resulta, en mi opinión, ilusoria.


La convergencia hacia estándares históricos no es atribuible a la mejoría de las expectativas económicas: empeoran. Ni a una recuperación de la confianza del consumidor: no es posible argumentar variaciones significativas en este sentido. Ni siquiera a un mayor consumo, sino a un consumo menor aunque más caro, al que, además, contribuirán el alza del petróleo que asoma ­y el lento pero paulatino encarecimiento de la cesta de la compra, así como la puntilla de la subida, por decreto, del precio de servicios básicos (gas natural acogido a tarifa regulada, franqueo ordinario, peajes, etc.). A lo que conviene sumar la tensión sobre la renta disponible de la dramática expectativa de empleo, la congelación salarial de los sectores público y privado, y los daños colaterales del último ajuste fiscal. Temporal, como todos se suelen anunciar; tan drástico como alguno de los anteriores; y, cuando menos, más solidario que hasta la fecha en lo relativo al reparto social de la carga. Pero situado, según nos advierten, en el inicio del inicio.

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