Opinión

UNA MANCHA DE MORA?

Con otra verde se quita. Pocas veces una expresión tan coloquial ha servido para expresar de mejor manera el punto en el que se encuentra un proceso de extraordinaria complejidad como el que, desde hace ya cuatro años, viene protagonizando el sector financiero en España. Hemos asistido, a lo largo de este tiempo, a numerosas iniciativas de restructuración y recapitalización. A una auténtica transformación en el número y la tipología de operadores. Y a un cambio regulatorio histórico, con consecuencias drásticas para el propio sector, para otros sectores (pensemos en el inmobiliario) y para la economía en su conjunto. Con todo, no podemos, todavía, dar por concluido el proceso. El profundo deterioro del ciclo, el empeoramiento de las condiciones financieras, la percepción internacional de la marca España y el carácter dinámico del negocio bancario hacen extraordinariamente difícil que los balances de bancos y cajas recuperen su salud a la velocidad deseada y reactiven, en consecuencia, el crédito.


Durante el pasado mes de agosto la morosidad del sistema financiero español alcanzó su máximo histórico desde que existen registros oficiales (1962), al situarse en el 10,5 por ciento de la inversión crediticia del sistema. Lo que supone algo más de un punto porcentual por encima del máximo anterior (9,15 por ciento en febrero de 1994) y 178.597 millones de euros sobre los que existen serias dudas de recuperación; el 16,6 por ciento del PIB. La intensidad -sin precedentes- de la debacle inmobiliaria, la persistencia del paro y el BOE seguirán empujando hasta aproximar la realidad contable a una regla financiera no escrita que sitúa la tasa de morosidad de una economía en la mitad aproximada de su tasa de paro.


En aquel refrán reside el fundamento de la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), que comprará -con descuento- parte de lo anterior. La SAREB es la alfombra bajo la que esconde el polvo aquel que, para limpiar a conciencia, precisa tiempo. O, como ya es popularmente conocido, el banco malo, cuya constitución ha venido a demostrar que al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) le ha venido grande la vocal de su acrónimo. Y que pudimos haber ahorrado algún decreto, alguna reforma y un sonrojante rescate, acompañado de un Memorando de Entendimiento con un acrónimo en inglés -MoU- que concita la misma simpatía que un entrenador de igual diminutivo.

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